miércoles, 26 de diciembre de 2018

Papá Noel

    La Navidad crónica me ha arrinconado en una terraza cubierta del barrio. Miércoles por la mañana de regalos, árboles decorados, millones de mensajes prefabricados. Y de luz atemperada y cálida estrella perenne. Papá Noel no va a las casas que cenan pizza congelada y venganza infanticida. Pero los Reyes Magos están de camino y trabajan para encender la chispa de la ilusión de vivir. Aguantad, resistid, que ya vienen. Vuestra vida es magia, pasión y alegría, y borrones de tinta negra entre corchetes con candado. Me protegen el murete de ladrillo, los arbustos y la potencia de mi fuerza masculina, intacta, brillando justo delante de las bridas que la conducen. Una hora lleva Papá Noel de espaldas a mí. Le vi entrar cojeando, vestido de traje marrón oscuro, cuidado y viejo, zapatos negros y sombrero de ala ancha a juego. Todo su pelo blanco adorna una cara enjuta. Canas fluorescentes y escaroladas culebrean su espalda en busca de pesadas cargas. Fuma y bebe cerveza y no hace nada. Una mezcla de dignidad, diferencia y olvido. Su barba es cervantina; golpetea el borde de la mesa con su dedo índice mientras le grita socarrón al camarero cubano que hoy, sólo hoy, tiene mucho tiempo. La verdad es que siempre lo ha tenido: regala tiempo. Es una mezcla de ansia de soledad y búsqueda de un alma especial pero, mientras se dedica a ser eso, una enorme pérdida de tiempo, como todas las demás cosas, regala tiempo. Rodeado de mesas en las que los hombres escuchan con cara de pasmo a mujeres que dictan cómo es el mundo."¿Por qué me mientes?...¿Qué estás ganando?...No puedo tener confianza, no me fío... Qué odisea... Entiendo pero no comparto... Qué gilipollez es esa, ¿no?... No me gusta nada... Hay que hacer lo que dice ella... Haz algo, Javier."
    Violencia psicológica contra simples incautos. Inteligencia inductora legal de brazo ejecutor encarcelado. Bla, bla, bla, bla, la cerilla que prende el fuego. Pero Papá Noel va muchas veces al baño, parece que se va a ir pero siempre vuelve. Oye las conversaciones pero no las escucha; mira los carteles de azulejo sobre la pared de ladrillo, todo su tiempo regalado, su vida regalada con gusto, jamás envuelta en papel de colores, regalado su amor profundo y vivaracho, su amor activo, regalado sí, vivo y regalado su amor y su tiempo y sus pensamientos y actos y palabras, todo él afilado como el lápiz tras salir del sacapuntas, viejo y joven, joven y viejo desde siempre, desposeído de alma gemela y en su infructuosa búsqueda --no existe, estúpido--, entregado a la buena educación, el sentido común, la lógica y el equilibrio, la generosidad y el cariño y la alegría serena, entregado a ello y todo lo da y ellos lo reciben y florecen y son la luz, la piel tersa y las manitas que crecen y los pies que se asientan y trazan un camino que es la vida que explota y es tierna, firme, poderosa. Da gusto verle desde aquí, mi esquina de la terraza. Atemporal, discreto y con estilo. El cuerpo desnudo que disfruta su soledad y el vestido que pide a gritos una compañía digna. Y sino, salvaje. 
Papá Noel saborea su soledad , hombre en paz, satisfecho de lo que ha dado, compañero de viaje, aún, de sus amores, indiferente a sus caricaturas, a su demonización, a su injusto y salvaje escarnio. Vivo y sereno, ajeno a su estereotipo de turno, entregado a sus minutos y horas, vivo digo, en su camino firme y apasionado. Pesa el saco sin regalos. Lo dejó en casa. Él sólo lleva un sombrero marrón de ala ancha, a juego con su traje. El hueco entre sus canas y la tela está lleno de tiempo, y de ideas que serán actos de amor verdadero. Mientras, fuma, bebe cerveza y sueña con mujeres hermosas, calladas y pasajeras. Porque él es el jodido Papá Noel, el de verdad, el humano. Ese al que ya no quieren dejar estar en el mundo.

jueves, 13 de diciembre de 2018

Viscelánea Vocabla

"- La vida humana está hecha de palabras, amigo Claudio.
- Bien lo saben los que las utilizan como si fueran mosquitos que transmiten la malaria. Ay del que no tenga mosquiteras protegiendo sus ventanas.
- Eso era antaño, Claudio. Ahora es mucho peor. Las palabras son las gotas que conforman la lluvia tan ansiada tras una larga sequía. Parecen hechas de agua pero son ácido, veneno licuado que cae sobre gente sin paraguas. Sobre gente sin paraguas, amigo Claudio. Y lo peor de todo es que no desean tenerlo."

Viscelánea 
Solomon LaBlanca


jueves, 6 de diciembre de 2018

Viscelánea

   "Paul cruzó el umbral y se encontró frente a un ser abominable, envuelto en sombras. Hacía tiempo que en aquella habitación no había luz. Le dominaba el espanto pero no pensaba retroceder. No pasará, pensó. Al ver que el Otro tampoco se movía, se armó de valor y avanzó hacia él. El Otro hizo otro tanto y Paul se detuvo. Alzó la mano izquierda con violencia y la mano derecha de aquel engendro la paró con un golpe seco y perfectamente simétrico. Entonces comprendió. Lejos de abandonar, se echó en brazos de su locura y la emprendió a golpes con la superficie pulida. Ya no había vuelta atrás. Más allá, el abismo. Y una garantía de inmortalidad."

Viscelánea
Solomon LaBlanca


domingo, 23 de septiembre de 2018

Judas no era romano

"No vendas la piel del oso antes de haberlo cazado. Y no intentes cazar un oso con las uñas pintadas porque recibirás un zarpazo.
No intentes boxear con un jugador de ajedrez porque acabarás intentando mover las piezas con los guantes puestos. Y tú no eres muy inteligente y él sí.
No traiciones, no apuñales por la espalda a quien ya fue traicionado y apuñalado porque mientras creías que tu sonrisa le distraía ya se había puesto la coraza y te llevaba diez movimientos de ventaja.
No intentes jugar al póker en un estadio de fútbol frente a un jugador de mus. Terminarás jugando al mus en un bar de abuelos, desplumado. 
No juegues sucio, porque el mundo te lo permita, contra tu maestro; no eres ni mucho menos su primer alumno y él sigue siendo el maestro.
No intentes hundir a quien ya no te ve y además es invisible. Para él no existes y por tanto no dañas. Sin embargo, su mera existencia te derrota.
No seas peluche diabólico o barbie traicionera frente al lince viejo y sabio. No estás en la habitación rosa que te preparó mamá sino en la noche cerrada del bosque más tupido. 
No calumnies y sonrías mientras te guían el odio y la ponzoña. La inteligencia es serena, la bondad paciente, el saber provechoso. Y si los posee tu víctima, pregúntate por qué está tan quieta y tranquila mientras la apuñalas con saña.
No empuñes la espada con brazo débil y mente emponzoñada si tu adversario es noble, de pulso firme y mente clara. Dejará sus armas a un lado y sólo tendrá que arrebatarte la tuya para acabar contigo.
No vayas a la guerra en soledad o en compañía de necios frente a un poderoso ejército que te ofreció la paz.
Porque Roma aún está por todas partes y Judas murió por unas monedas."

Meditaciones y aforismos
Solomon LaBalnca


viernes, 14 de septiembre de 2018

Rómulo y Remo



Se nublan los ojos con fina lluvia de hastío.
Corazón congelado en fiordos de aguas turbias.
Deportan su alma a Siberia hasta que pueda regresar en domingo.
Intelecto y fuerza pilotan un cohete hacia el Edén.
Juega al ajedrez contra boxeadores sin guantes.
Cae el telón y los traidores y farsantes se arrancan la máscara.
Recoge los pedazos de sus guiones y es notario de sus puñaladas.
Zeus lee e imparte justicia.
Las lágrimas de plástico cesan: ya no disfrazan la ponzoña.
Rómulo y Remo pueden fundar una nueva Roma, alimentados por el oso.

viernes, 24 de agosto de 2018

1984

    No sé cómo puede hablar de sus recuerdos un hombre sin memoria si no es inventándolos. Ignoro cómo puede hablar de ilusiones alguien que no sueña. Y sin embargo se recuerda y se sueña frente a la página en blanco, la mente concentrada y libre, activados sus resortes por el sonido de las teclas y su contacto con unas manos que se mueven ágiles y se entretienen, en un acto relacionado con el conocimiento y la creatividad en alguien que hasta hace bien poco se dedicaba a tallar el cuerpo de los Hombres. 
    Quizá sea el escritor tan solo un espectador descarriado que hace caso a ese batiburrillo inconexo que llamamos continuo mental, desechado, por incongruente e inútil, por el resto de los mortales. Presta atención a esa manta vieja que persevera en el salón ordenado y limpio, de la que cuelga un hilo suelto ignorado por todos. Hasta que llega el hombre sin recuerdos ni sueños y tira de él y saca una fibra que nunca se termina. El caso es que no puede parar de tirar, como cuando abres una bolsa de patatas fritas, y la vieja tela se acaba convirtiendo en un montón de hilo desmadejado y relleno de aire que pinta muy bien en el suelo, que anuncia posibilidades y nos interroga: ¿Qué vas a hacer conmigo?
    Montañas de hilo que son recuerdos inventados y sueños ficticios y preguntas vanas y apariencia de veracidad y de autobiografía. Sin embargo la mayor parte de la gente que lo observa está convencida de que es un acta notarial. Tan convencidos están de ello que el más mínimo intento de explicar lo contrario genera miradas de recelo o de aburrimiento. La fábula de la realidad no admite hilos sueltos. Y los seres sin recuerdos y sin sueños se van quedando también sin palabras. Tan solo les queda el parque de infinitas posibilidades que es una hoja en blanco.
    Y es así como recuerdo a aquellos líderes de los equipos de fútbol del patio del colegio, que se liaban a puñetazos casi en cada partido, que luego se cogieron cariño y hoy son hombres de bien. A los que miraban silenciosos y correctos el transcurrir de los días, o a los que vivían como un personaje de un juego de rol u organizaban batallas de espadachines, que se dedican a defender la Ley. O a aquellos huérfanos de mirada bondadosa y perdida, con un punto de miedo, que suspendían todas las materias y hoy enseñan con sabiduría. A los que les corroía el hambre de conquistar cuerpos y almas y ahora lo tienen todo. O a los estrictos observantes de las normas y la religión que hoy son descreídos apátridas que reniegan de sus raíces. A los que todos les rompían las gafas y hoy viven en otro mundo y exploran microuniversos. Aquellos otros en los que anidaba la semilla de la soberbia y que ha dado sus frutos. A los que sonreían satisfechos de medio lado y aún lo siguen haciendo, mientras brindan o patean un balón o detienen a un delincuente o acogen a un amigo. En definitiva, a los que sacaban buenas notas, eran aplicados deportistas, obedecían a sus padres, eran educados con los extraños; ayudaban a los ancianos, tocaban la flauta dulce, miraban de lejos a las chicas y volvían pronto a casa los viernes, un poco achispados; esos que hoy viven absolutamente perplejos. Los que saborean el recuerdo de un recuerdo y duermen noches sin sueños, que nunca escriben en la plaza pública, disfrazados tras sus canas y arrugas. Prefieren dejar la página en blanco y perseveran, perseveran. 


miércoles, 22 de agosto de 2018

Sexo, Instagram, me gusta, toma tu bandera y compra ahora haciendo clic aquí, machista

    Aún le funcionaba la mente abstracta. Con ella pudo imaginar, o quizá ver, una gigantesca red de palabras e imágenes --ideas-- que envolvía la Tierra, las cuales llovían sobre los humanos a través de máquinas capaces de encauzarlas hacia el oído o el ojo y así penetrar e impresionar la otra gran red del planeta: el tejido neuronal. El cual, a su vez, recombinaba lo recibido por los diversos canales y emitía de nuevo palabras y generaba acciones --imágenes-- que, por medio de los canales de captación esparcidos por nuestro pequeño mundo, regresaba a la red de palabras e imágenes planetaria o se extendía por la red neuronal con mayor o menor éxito. Ambos tejidos quizá fueran en el fondo uno solo, aunque la masa neuronal era la creadora del todo. Su tamaño, albergada dentro de los cráneos humanos, había crecido exponencialmente durante los últimos cien años, aunque también antes, y su necesidad de proyectarse, de salir fuera, resultaba desde hacía tiempo incontenible. 
    Él sabía que los cerebros tienen un punto débil: su dependencia para existir del resto del organismo que les alberga y al cual dirigen. Y quizá otro, relacionado en el fondo: su primitivismo en relación a los binomios placer-dolor, agrado-desagrado, gusto-disgusto, amor-odio. Y otro más: su connatural tendencia a generar respuestas impulsivas a estímulos externos --aún le funcionaba la mente abstracta--. Y otro: su propensión a simplificar la realidad para poder manejarla con sencillez, es decir, a colocar los hechos, las ideas y las personas en casillas estancas, embolsarlas y ponerles una etiqueta. Muchos defectos son esos. 
    Pudo imaginar, o quizá ver, como una porción de esa red neuronal utilizaba sus propios defectos para dirigir todo el tejido. Como se densificó la red de palabras e imágenes y las máquinas que las canalizan, y como ésta se utilizó para sobreestimular a esas neuronas tan primitivas y dominantes, esas pequeñas áreas de tejido impulsivo y director, viscoso, amoratado y sanguinolento, propietarias sin embargo de axones poderosos --y adictos--, bien conectados a centros de respuesta inmediata y ansiosa dentro de cada insignificante y desechable cuerpo humano, esa carcasa que utiliza la bacteria mitocondrial neuronal para expandirse.
    Pudo imaginar, o quizá ver, como esa porción de red neuronal --unos cuantos cerebros y sus correspondientes cuerpos-- comprendía todo esto y atesoraba los conocimientos y llevaba a término las acciones para su propio beneficio, para ir poco a poco --y al mismo tiempo muy rápido-- dominando, controlando y dirigiendo el resto del tejido neuronal con los estímulos recurrentes apropiados, provenientes de la gran red de palabras e imágenes, que a su vez se alimentaba cada vez más con las extensas masas de neuronas ya manipuladas --círculo vicioso o virtuoso, según el punto de vista--, con lo cual se acercaba el momento en el que el sistema se alimentaría a sí mismo y ya ni siquiera habría que dominar, controlar y dirigir, sino tan solo disfrutar de forma indefinida del cambio alcanzado, de la remodelación anatómica y real de los tejidos y sus conexiones, de su simplificación, de su rendición babeante, de su esclavitud complacida. Disfrutar de esas masas de tejido y vísceras cuyo órgano director se encontraba sojuzgado, hipnotizado por sus intensas y permanentes señales, ocupado y a la vez adicto al mundo imaginario que ellos mismos habían creado y que aprovechaba su primitivismo para convertirlos en autómatas a su servicio, en simples simios trabajadores-consumidores enganchados a la droga más poderosa que existe: el placer impulsivo. 
    Y todo esto lo pudo imaginar, o quizá ver, siendo parte de esas redes y conectado a ellas, porque era adicto al sabor de aquel filete imaginario, aquel que sabía que no era real pero que tanto le gustaba. Ya que, al fin y al cabo, él tan solo era una reminiscencia obsoleta del pasado, un pequeño defecto del sistema, y pronto moriría y con él, esa mente abstracta que aún le funcionaba. 


jueves, 16 de agosto de 2018

Un mal trato, siete patrias y una falsa potestad

    Aquella mujer era una sonrisa pegada a la imagen mutante de un espejo. Su marido era un signo de interrogación con barba, unas pupilas tatuadas con una exclamación, el brillo travieso de cualquier carcajada. Los aplastó un camión georgiano cargado de agua de mar y de sicarios y ya nunca más quedaron para escupirse en el café del otro. Ella aún camina como si fuera una muñeca rusa pero ahora algún equidistante lo nota. Él se ha convertido en el arbusto amarillo bajo la nieve, en el silencio que flota tras el paso del águila imperial. Un fotón que ha viajado durante millones de años acaba de chocar contra el excremento de un gusano con corazón de titanio. Ah, y este verano, ¡sálvate tú!


domingo, 12 de agosto de 2018

Barcelona

    Encontró el lenguaje degradado a una mera herramienta de venta o convencimiento. O sujeto a reglas y técnicas para entretener al lector, mientras no daba crédito a la libertad creativa que le transmitían aquellos montones de frutas colocados sobre la estructura alienígena que Gaudí imaginó un siglo atrás.
  Veía etiquetas escritas con jugo de limón sobre cada piel sintética y todas decían lo mismo: rápido. Recordó aquellos paseos serenos por el Parque Güell, cuando los dueños de las ciudades eran los vivos y se amaban de verdad, mientras leía un texto recargado, manido y vanal. Se reencontró con un desconocido que vive su vida paralela y le quiso abrazar, porque sabía que también vivía su vida pasada. Vio su mente lejana, devorada por los sueños que enjaulan, los nervios y la médula espinal colgando de un cerebro palpitante, sanguinolentos, arrancados de un cuerpo que ya ni siquiera es animal. Y recordó la infancia de su madre en una Barcelona mágica de pura verdad y sepia, aquella que aplastó a un genio con un tranvía y le regaló el silencio, la libertad y la serenidad eterna.


sábado, 4 de agosto de 2018

El Ganadero

    Aunque pueda parecer una vulgaridad, me llamo Soid. Siempre tuve vacas, ovejas, corderos, cabras. Era muy observador. Y me dio por estudiar. No recuerdo por qué, además no importa. Estudié mucho y ahora soy El Ganadero. Observé a mis animales y estudié aún más.
  Organicé un sistema productivo perfecto y me fue bien. Todo automatizado, sincronizado, coordinado, eficiente, limpio... Pero llegados a un punto, no daba para más. Y el ganado se moría. Creo que de tristeza y de aburrimiento. Observé y estudié aún más. Entonces tuve una visión.
    Mis vacas viven como reinas. Hacen cinco comidas al día. Disponen de su propio hospital. Cada una tiene su casa, con todas las necesidades más que cubiertas. Pastan durante horas junto a su familia y sus amigas. Cuando trabajan, disfrutan de puestos ergonómicos y ordeñadores especializados. Las lavamos y masajeamos a diario. Gozan de sus sementales. Pasan un mes al año de vacaciones en otros pastos. Escuchan música y ven imágenes del Paraíso. Lo único que conseguí fue retrasar sus depresiones, aunque estas se volvieron más prolongadas cuando aparecían.
    Observé y estudié aún más. Mis vecinos rezan. Entonces tuve una epifanía. Mantuve su vidorra de ensueño pero introduje situaciones de tensión y sufrimiento.
    Desde entonces mis vacas producen leche y miel. Cuero, lana y plumas. También corcho y marfil. Carne y láminas de oro. Sus ojos se convierten en diamantes. Sus pezuñas son cuñas de plata. Sus uñas me dan nácar y mirra.
   Sobrevuelo, de vez en cuando, cabalgando mi Pegaso, su pequeño mundo. Hace miles de años que ninguna de mis vacas me ha visto y ya no saben quién soy.
    Yo estudio y atesoro paz y silencio. Visto con diez túnicas iguales. Floto y escucho música. Pinto, esculpo, escribo. Bailo. Nado las auroras boreales. Respiro hondo. Charlo bajo los pinos. Dejo que el viento me acaricie la cara. Todo lo hago muy despacio. Leo al atardecer. Escucho a mi Hijo, un idealista que quiere empezar de cero, y a mi hija, un Espíritu libre. Dibujo el arco iris sobre el horizonte, cuando llueve. Dejo que la luz del sol me despierte y que las estrellas se cuelen en mis sueños. A veces creo lo que imagino, trazándolo con mis dedos en el aire. Hay días en los que mi cuerpo es de burbujas y plastilina.
    Soy lo que mis vacas sueñan que soy y eso me hace libre.


martes, 31 de julio de 2018

Empoderhada

    Ella olía a niña bien de provincias. Aquel hombre sin nariz le arrebató el teléfono de las manos mientras ella continuaba hablando con la nada. Él corrió hasta una alcantarilla y le lanzó la tapa como si fuera un frisbi. El agujero del suelo se lo tragó. Ella se arrodilló y contempló el negro abismo. Sonrisa congelada, ojos sin párpados, marioneta mecánica que no sabe parar de hablar. En contra de lo que esperaba, una corriente de aire fresco desprendió la tapa enredada en su pelo de plástico quemado. No sabía muy bien qué hacer, ni siquiera lo intuía, aunque albergaba sentimientos podridos, como siempre.


lunes, 30 de julio de 2018

La traición de las imágenes

Primero fue el verbo

      - ¡Oh, venga, atrópatge ya, por favor!
    René la vintiró sorprendido y algo molesto pero se atropatgó. Se pimgpó con la sábana y se fusadó hacia la mesilla, pequíntola la espalda. Turó en ese momento cuando un hombre enjuto y mal afeitado fiyitró la puerta y le xuvguró con una pistola. Sin mediar palabra, se wuturó hasta los pies de la cama y ciropgó a René en la frente. Después, se doró hacia la chica y también la xuvguró.
    Los tres se atropatgaron, aunque solo uno por propia voluntad.

Después el nombre

    El raco llevaba una fita sermoneando desde su elevado kitupo. Su tron resonaba en la espaciosa deswa y parecía emanar de las zerfeis, o desde el mismísimo vusjo, allá donde este. René estaba allí sentado por una digrestoción moral hacia una serpita que apreciaba mucho pero aquello era demasiado para él. Su bredsienfa tenía un límite y aquel raco rechoncho, calvo e indolente la había agotado. Se levantó de su gusaxvo, brusco, exasperado, hosco. Subió los lazitipons de dos en dos y empujó al raco fuera del kitupo. Cogió el hijubuofo con su vitga derecha y gritó, salvaje:
    - ¡¡¡Callaos!!! ¡¡¡Callaos todos, joder!!!


Y por fin, el adjetivo

    Aquella mujer tan zímpila y gusunterolla de su juventud había resultado ser una londuga, cuyo desequilibrio laetilo se destapó con la convivencia y la maternidad. La telaraña había sido tejida y ahora la araña había comenzado a moverse y se disponía a devorarle. Le gritaba sin compasión por cualquier nimiedad y había comenzado a amenazarle veladamente. Su voz rivada y secuosa había mutado hacia el grito guyolado de un simio cambo y firitúlaso. René abandonó la vivienda por enésima vez, necesitado del aliado vasiolutoso que le permitía pensar con claridad: el silencio. Entonces se acordó de la promesa que le había hecho a su madre antes de morir y se dirigió hacia la iglesia del barrio con paso gópitro y foncuito. René era un ateo giribritábido y sabía que allí lo único que tenía asegurado era el silencio.

    La llave de los sueños abre la puerta tras la que se guarda la llave de los sueños.


domingo, 29 de julio de 2018

Romano

    - ¿Y tú preguntas por qué todos le hemos dado de lado? Lo sabes tan bien como yo, querido. Romano es prudente; educado; reflexivo; generoso; librepensador y, para colmo, está satisfecho con la vida. No seas hipócrita, no te me hagas el inocente ahora, cielo. Su compañía te resulta tan intolerable como a nosotras.
Marco Aurelio

martes, 24 de julio de 2018

Gravedad

You did it. Estoy que arrollo. Anda, ve el asco que es aquella. Y sí, lo he comprobado yo mismo: un agujero negro engulle toda la luz.


Coma

    Lo silencioso y lo lento coma el oro del siglo 21 punto ya está todo dicho coma todo está ya escuchado punto ya se ha jugado con el argumento coma con los temas coma con la forma coma con la sorpresa coma con el estilo puntos suspensivos atrapados en la estructura que se repite sin final punto personajes aburridos vistos y leídos una y mil veces punto o por otro lado coma rebuscados caminos para ser diferente coma original coma como éste punto leo un libro tras otro durante estos días obligatoriamente libres punto me gustan y los olvido punto coma y coma letras coma y coma libros coma y coma películas coma y coma conversaciones y todo es lo mismo punto un soberano aburrimiento punto no coma el tampoco interesante ser humano del siglo 21 coma en el que coma por supuesto coma me incluyo punto me he vuelto más aburrido aún de lo que era antes y coma por un lado coma me gusta coma y por otro coma lo detesto punto los días pasan lentos coma el oro del siglo 21 punto los días pasan en silencio coma el oro del siglo 21 punto los días transcurren en paz coma el oro del siglo 21 punto miro las redes sociales y me parecen la coronación de la verborrea y la vulgaridad punto todo lo que leo me resulta mucho peor que el silencio punto no tengo nada que decir coma no tengo nada que escribir punto estoy seco y no me importa coma porque estoy tan seco como los demás pero en silencio coma sin molestar punto el silencio me parece la mayor forma de expresión coma la más importante coma la más sonora punto el silencio punto diría incluso que el silencio es una forma de estar en el mundo coma discreta punto una forma que te hace libre coma que te convierte en el soplido del viento coma que consigue que estés y no estés al mismo tiempo punto por eso hoy ya ni siquiera escribo coma ni siquiera te creo punto las letras de la pantalla táctil me sobran coma tan solo dicto al micrófono todas estas chorradas coma tan insignificantes como todas las demás ideas prescindibles que he leído y escuchado hoy y ayer y la semana pasada y el mes pasado y el año pasado y la década pasada coma tan insignificante digo coma como todas las bobadas, trivialidades y obviedades repetitivas que tendré que escuchar en el futuro punto palabras y palabras y palabras y palabras punto podría seguir como todo el mundo pero para qué punto y te añado coma tampoco esperes un final cerrado coma o abierto coma o sorprendente coma o ni una cosa ni la otra porque me trae sin cuidado lo que esperes al leer esto punto te voy a dar mi mejor obra, un párrafo de cuatro líneas que se puede leer y escuchar al mismo tiempo dos puntos



Tengo sueño coma es tarde coma me voy a dormir coma en silencio coma apagado coma tranquilo coma a solas coma en paz punto y muerto de hambre punto








El ladrono de aes

    El policío me puso en manos del alguacilo, quien a su vez me llevó en presencia del juezo. El fiscalo solicitó pena de carcelo. Mi carrera de ladrono se terminó. Tenían el armo, la pistola. También el puñalo y mis huellas en el tunelo. Yo era un ignoranto, un imbécilo acabado. Pero...
    Las amaba, a cada palabra hablada.


viernes, 18 de mayo de 2018

El susurro




    Qué bien peinado va el Doctor. Su raya a la izquierda. La coronilla domada y el flequillo ordenado y reluciente, gracias a la mascarilla de Purita Pasión. Su frente despejada, tan bonita, contorneada por un pelo que la invade como lo hacen los pinos en una playa del Mediterráneo. La curva de la nariz, suave y armónica. Su boca alegre, serena, con ese toque infantil que le da la ausencia de los incisivos. Una piel de aceituna, cultivada por las caricias y los besos. Y esa mirada de paz, de alegría, algo turbada ahora, algo más resistente, algo más madura. Con ese brillo que siempre prende la chispa del mío.
    Levanta sus manitas sabias el Doctor, y forma un cuenco con ellas, las palmas hacia arriba. Me mira y se ríe con todo el cuerpo. Mete su cara en ellas y deja caer un susurro sobre la piel, una voz suave y divertida que cala en las líneas del destino y alimenta las huellas de las yemas de sus dedos apacibles.

Es un cuento, me dice.

    Lo sujeta con delicadeza, no vaya a ser que se derrame. Me pide que me agache y lo vierte sobre mi oreja. Fluye por las curvas de luz y sombra de mi cartílago rojo y transparente, como si un torbellino lento pudiera existir. El Doctor se me acerca suave y pega su boca a mi oído y me susurra en el idioma de los niños. Es el empujón que necesita el cuento para terminar de hacer su viaje.
    Arrodillado, abrazo al Doctor Babitas y le beso en la mejilla. Él ríe divertido, es otra de sus bromas. No sabe ­─o sí─ que yo ahora tengo su cuento dentro. Que habita en mí, crece silencioso y a su ritmo y manera, sin que nos enteremos. Y que, cuando menos lo espere, sus susurros decidirán transformarse en palabras que espero ser capaz de comprender. Palabras que depositaré, con mucho cuidado, en una cama voladora hecha de papel, que a veces viaja a visitar a otros.




miércoles, 9 de mayo de 2018

La señal



    Recibimos una señal rudimentaria e identificamos el origen. Para nuestra sorpresa, no estaba demasiado lejos. Provenía de un planeta muy pequeño, el tercero de un sistema coronado por una estrella insignificante, en el borde de una galaxia poco masiva que habíamos ignorado siempre, pese a estar relativamente cerca. Como en otras ocasiones, nuestra sociedad tenía miedo. Las malas experiencias anteriores aconsejaban una prudencia extrema. Invertimos décadas en observar aquel amago de civilización, formada por individuos que, básicamente, eran unos sacos de vísceras de los que erupcionaban cuatro tentáculos, coronado todo por una quinta prominencia que contenía un gran ganglio director, sin lugar a dudas defectuoso. Consideramos aquel órgano como una aberración evolutiva, que parecía generar una especie de imagen falsa y obsesiva de sí mismo en cada individuo, en diferentes grados, además de algún tipo de engaño colectivo que les hacía creer que pertenecían a grupos inexistentes enfrentados entre sí. Esta especie había conseguido una alta tasa de reproducción y había colonizado su diminuto planeta, aplastando a los demás seres vivos y parasitando toda la superficie seca. Su diferenciación evolutiva era muy reciente y nuestras proyecciones vaticinaban una pronta desaparición por autodestrucción, primero individual, en fase muy desarrollada en el momento de nuestra observación, y posteriormente colectiva. Decidimos ignorar la señal y evitar a toda costa una posible respuesta. Se intensificaron las medidas de camuflaje frente a sus dispositivos de búsqueda. Los hechos acontecidos recientemente en aquel planeta nos confirman lo acertado de nuestras conclusiones y reafirman nuestra política de extrema prudencia frente a especies de baja calidad evolutiva.


miércoles, 28 de marzo de 2018

El aliento del primate

“...Qué es esto que llamamos vida sino una ilusión. Qué es esta estructura, este andamiaje, este velo que hemos construido entre todos, tanto los vivos como los muertos, que nos lleva a creer que lo que pensamos y sentimos es cierto, verdadero, relevante y real, cuando sabemos en el fondo que todo eso es morralla que devora el tiempo, no los eones, sino el siguiente segundo, el próximo minuto, la incipiente hora. Qué mecanismo estropeado nos confunde y nos hace olvidar que somos simios insignificantes perdidos en el tiempo pegajoso y en el espacio elástico e insondable, que no dejamos huella alguna, que nada de lo que hacemos vale ni sirve ni transforma, que nuestra irrelevante existencia no significa nada ni lo significará. A qué tanta preocupación, tanto cuidar el cuerpo, y el vestir, tanta obsesión por divertirse, tanta ofuscación por un tono de voz o un mensaje en el contestador. Para qué tanto opinar y decidir y contar lo que nos gusta o deja de gustar o lo que hemos desayunado esta mañana. Para qué tanto Yo – o tanto Yo disfrazado de No Yo – , cuando todos sabemos que éste es un cajón de sastre que creemos controlar pero que cualquiera puede abrir y rellenar con lo que le de la gana y decirnos lo que pensar y decir y hacer y sentir, y además hacernos creer que ese sentir y hacer y decir y pensar lo hemos decidido nosotros. Hacernos creer que somos el centro del Universo y que somos únicos y que necesitamos esto y aquello para seguir siéndolo o serlo aún más. Para qué tanto desperdicio de saliva y de energía y de tiempo, para qué tanto irritarse y enfadarse y ofenderse y tanto odiar y desear y decir amar. Para qué tanto teatro desesperado, tanta escena efímera, tanto guión mil veces oído y otras tantas repetido, recitado con inercia, condenado a deshilacharse en el aire o a envenenar un alma… Para qué tanta patraña y actuación y apariencia, para qué tantas grandes palabras, para qué todos esos discursos barrocos e inflados, para qué tantos aires de originalidad si todos sabemos que es copia sobre copia y que ya todo ocurrió y que todo vuelve a ser vil y rastrero y corrupto, se repite la ponzoña, la envidia, el odio, el robo, la traición y el embuste, el egoísmo en definitiva, por los siglos de los siglos que en el fondo son un parpadeo, en el cual nos ha dado tiempo a millones y millones de humanos a comportarnos como basura y desaparecer, a infligir daño y hacer sufrir y morir, y tanto da todo el mal o el bien que hayamos causado porque las víctimas y los beneficiados también se irán y también serán nada y pronto nadie los recordará ni quedará rastro de su paso por el mundo y por tanto jamás habrán existido.
Y sin embargo algunos no pueden evitar amar intensamente y sufrir por el dañado. Algunos pocos aman y sienten como si fueran el otro y les duele la inocencia derretida por el fuego del egoísmo, la envidia y el odio descarnado. Algunos no pueden evitar ver la huella que deja la maldad sobre las almas limpias y sufrir y bregar porque esos espíritus blancos no sucumban, luchar con denuedo por borrar esa marca humeante, tomar en sus manos el jabón de la escucha entregada y la palabra sensata, y la esponja del abrazo y el beso y la mirada a los ojos que da seguridad y arropa, que prende la llama cálida y guía hasta el hogar, que no es otro que la paz. Porque saber que se es y no se es puede ser otra ilusión más, o también puede ser una respuesta elegante y bella a todos esos para qués. O no.
La mañana es gélida y sales a la calle. Inspiras el aire frío con cierto placer y expiras por la boca. Sale el aire caliente y gastado de tus pulmones. Te gusta poder ver, unas pocas veces al año, tu aliento. Tan sólo dura un segundo, quizá menos. Y después ya no está. Prosigues tu camino y lo olvidas por completo”.

Estracto de Las huellas de Laetoli*, diario de campo de Mary Leakey

* Las huellas de Laetoli, situadas en el área de Olduvai, Tanzania, son unas líneas de pisadas de varios individuos bípedos que caminaron sobre el barro hace unos 3,7 millones de años, justo antes de una erupción volcánica, cuyas cenizas permitieron su conservación hasta su descubrimiento por Mary Leakey en 1977.


El dentista ambulante



“ ...Usted quizá no recuerde ni quizá sepa que un día me salvó la vida. La postguerra fue terrible en el campo, más aún en nuestra aislada y olvidada Siberia extremeña. Yo fui un niño sin zapatos y labré la tierra desde que tengo memoria. Tuve una infancia de velas derretidas, de calles polvorientas y de ir a por el agua al pozo; de lavar la ropa en El Chorrero, caminata de media hora, lo mismo que tardaba en ir a la escuela. El médico más cercano se encontraba a cuarenta kilómetros y una vez al año aparecía un dentista ambulante. Usted. Mis padres le recordaban como un joven enérgico y luminoso, y me consta que ha seguido siendo así siempre después.
Yo contaba siete años cuando se me pudrió una muela. Desayunaba y cenaba cubos de azúcar de racionamiento y jamás tuve cepillo de dientes. La cara se me hinchó, después el ojo y la garganta. Todo aquello endureció como roca y las fiebres me postraron en cama a la espera de la muerte. Dios quiso que usted apareciera una mañana y me operara. Abrió el bulto como si fuera el estómago de un carnero y brotó el pus. Tomé las medicinas que usted se negó a cobrar a mis padres y reviví.
Fui después un muchacho espabilado y progresé en el negocio agrícola y ganadero. La vida me ha tratado bien y doy gracias a Dios por ello. Sin que usted supiera, he sido devoto y secreto seguidor, deudor agradecido y hombre que admira su trabajo con los necesitados, siempre desinteresado, cálido y generoso. Y por fin ha llegado el momento que por mí era ansiado y temido a partes iguales. Porque sepa, doctor, que el mejor regalo que podría habernos hecho la vida es que yo no encontrara forma alguna de agradecimiento. Que usted disfrutara de una existencia apacible y segura, libre de todo percance o indisposición. Sin embargo, todo hombre nace marcado con el sello del sufrimiento propio, pero, y es el más doloroso, puede verse asediado por el oscuro Caballero de la Muerte, no en carne propia sino en la sangre de su sangre.
Ha llegado a mis oídos que su primogénito sufre una enfermedad terrible, que le mengua poco a poco. Un mal que sólo se cura en América y cuyo tratamiento no puede afrontar. Puede que se sienta usted arrepentido de haber dado tanto y haber pedido tan poco a cambio, y que sufra lo indecible por ello. No pene más, buen doctor, querido sacamuelas que una vez salvó mi vida, porque por suerte o desgracia llegó el momento de devolver dichoso mi impagable deuda. Mi vida ha sido plena y deseo que la de su hijo también lo sea...”
El doctor Gutiérrez plegó de nuevo la carta y sacó del sobre un papel rectangular cruzado en diagonal por dos rayas paralelas. Lo miró incrédulo mientras se llevaba una mano a la boca y rompía a llorar de emoción.




martes, 20 de marzo de 2018

El Ojo de Alah, nueva novela corta


El Ojo de Alah, nueva novela corta. LEE EL COMIENZO GRATIS PINCHANDO AQUÍ


    Os presento mi nueva novela, El Ojo de Alah. Una historia que transcurre en el mismo lugar, Marruecos, pero en dos tiempos distintos. Sergio es un joven médico recién licenciado que intenta huir de su doloroso pasado viajando a Marruecos para encontrarse con su padre, el Embajador. Tánger, el Café Hafa, Asilah, Alcazarquivir... Le acompañan el deseo de escribir y una vieja novela: El Ojo de Alah, que le transportará a los tiempos gloriosos del Reino de Marruecos. Pero un hecho inesperado lo cambiará todo...
   Esta historia se ha escrito a lo largo de veinte años y quizá refleje también el viaje personal y literario del autor. Espero que os guste.


jueves, 1 de marzo de 2018

Tres Tristes Tigres y la Puerta Mágica


"Roth ve caer la nieve sobre la hierba y las flores. Imagina que es diminuto y que vuela entre copos que son estrellas plateadas y blancas, de alma gélida y envenenada al contacto, belleza pura para unos ojos aún vírgenes.

Roth ve caer la nieve sobre la hierba y las flores. Imagina que es diminuto y que se posa volando junto a la vida que tanto ama, toda esa explosión de clorofila fluorescente y de pétalos de arco iris, y pistilos y polen y tallos con sus raíces, toda esa vida que se nutre de la tierra y del sol y del agua, y que siempre ha conseguido que vuelva a ver nítido por unos instantes, que el mundo sea verdad y real durante todo ese segundo que sostiene una vida entera. Se posa para sufrir junta a ella, sí, junto a esa vida que recibe el veneno blanco del cielo con júbilo inocente, y que despierta a la dolorosa realidad cuando la manta que abrasa lo ha sepultado todo.

Roth ve caer la nieve sobre la hierba y las flores. Imagina que él siempre ha sido hierba y flores y que poseen un sentimiento que es el núcleo de algo enorme y poderoso, el germen de esa energía de amor indestructible que siente cuando les mira, y que ahora sabe que nació en la oscuridad y el frío, en cientos de noches al borde de la muerte, pero tejidos, enlazados, sostenidos por la vida que fluye, por conocer el envés de la esperanza, por mojarse los labios con el primer rayo de sol, allá lejos, en primavera, todos juntos.

Roth ve caer la nieve sobre la hierba y las flores. Imagina, por fin, que ya no tiene miedo porque ya lo tuvo, que ya no duele porque ya dolió, que ya trataron de matar un amor que se probó eterno. Y que la bella nieve asesina fue un estado del agua que quería destruir con su fuego su amor verdadero mientras, muy al contrario, lo fortalecía y lo nutría y lo unía frente a su adversidad.

Roth ve caer la nieve sobre la hierba y las flores y la sonríe, se abandona a su mortal abrazo porque sabe que cuando le mata le da la vida, cuando le abrasa le regala el amor, cuando trata de aplastarlos les está uniendo para siempre. Recuerda los inviernos en que ocurrió e imagina risueño todos los que vendrán."

Tres Tristes Tigres y la Puerta Mágica
Solomon LaBlanca