martes, 20 de junio de 2017

[LA IRA]

[Exploto y soy llamativa pero no existo por mí misma, soy tan sólo una consecuencia, las glándulas suprarrenales bombeando adrenalina y cortisol a mansalva que se incorporan a la sangre y viajan a los músculos, al cerebro, a todas partes, tomando el control del cuerpo y los pensamientos que se ciegan, que se anulan y se reducen a uno solo...

    Aparto la vista del libro y puedo ver a mi hijo, recién cumplidos los seis años, jugando al fútbol contra dos chicos mucho mayores que él. Le chulean, le torean, se ríen y marcan un gol tras otro, despreocupados, disfrutando de su ridículo e infantil abuso. El calor es asfixiante y el sol me da de lleno en la cabeza. Me levanto y anuncio que me incorporo al partido. Le pido la pelota a mi chico y chuleo, toreo y río, y cada vez que tengo ocasión chuto con todas mis fuerzas y marco gol. Puedo ver las caras de los niños teñidas de rencor, noto cómo se sienten víctimas, se saben atropellados, y mi corazón late desbocado por el esfuerzo, no paro hasta darle la vuelta al marcador y machacarlos. Son capaces de quejarse, de relatar que se sienten abusados, un padre aplastándolos, pero yo no los veo a ellos sino a su naturaleza, instalada en todos nosotros desde pequeños. Les recuerdo que hace tan sólo unos minutos ellos hacían lo mismo contra mi hijo, niño noble y sereno, y agachan la cabeza y tragan, impotentes y rabiosos, sin querer comprender.

...que soy yo, activada por palabras y actos descontrolados y las más de las veces abusivos, cuyo origen es a su vez el de otros pensamientos, otros sentimientos, quizá otros complejos o creencias, instalados entre la masa de neuronas y sus dendritas, ese órgano tan alabado que es el cerebro...

    Justo antes de comenzar la clase decidí que había llegado el día en el que iba a dejarme vencer por la Señora Díaz, una anciana poco dotada para el ajedrez pero que se había empeñado en aprender, a estas alturas de la vida. Tras varios meses de paciente enseñanza pensé que era el momento de darle una pequeña alegría. Abandoné mi flanco izquierdo, me dejé comer dos peones y un alfil y pasé por alto varias ocasiones de acabar con sus caballos, o de comerle la reina. Al principio disfruté de la alegría y el desenfado de sus comentarios, pero poco a poco su tono se fue volviendo algo hiriente, o más bien en seguida, pasó a lucir una sonrisa ladeada y en exceso confiada, sus ojos brillantes y decididos, definitivamente rejuvenecida, lo cual dio paso, al verme acorralado, a poner en duda mi profesionalidad y a jactarse de estar venciéndome con excesiva facilidad. Eres un inútil, profirió la vieja, y herví por dentro, golpeé la mesa con la palma abierta, apreté los dientes y no la miré más. La di jaque mate en tres movimientos, cosu rey y lo estampé contra la pared. Me levanté de la mesa sin mediar palabra, mientras escuchaba sus insultos e improperios e imaginé cómo crujiría su cuerpo al chocar violentamente contra el muro.

...pero que la mayor parte del tiempo es una máquina sin control que funciona por acción-reacción y que no mide ni criba ni discierne, permite que los pensamientos surjan, que las emociones, de origen tan oscuro y primario, gobiernen, y que se emitan las palabras y los actos que me activan…

    Perdí mis dos piernas de crío, amputadas justo por debajo de la rodilla. El dolor físico no fue nada comparado con el calvario mental que hube de atravesar. Lo superé gracias a mis zancos de titanio y al atletismo, el hombre lisiado más rápido del mundo. Domé mis complejos y mis miedos y conseguí dinero, fama y mujeres. Algo impensable que no estaba escrito para alguien como yo. Hoy es San Valentín y tengo que soportar los gritos de Sasha, una niñata consentida que juega a ser modelo y que, ahora lo sé porque me lo ha dicho a gritos, sale conmigo tan sólo por mi fama. Soy su trampolín, sí, quién lo iba a imaginar, yo precisamente un trampolín, un puto lisiado ha dicho, que se mueve en la cama como un saltimbanqui y al que no se le empina, un engreído que no sabe valerse por sí mismo, me grita, un mierda, mientras coge mis piernas de titanio y las lanza al pasillo, desnuda, transformada su cara por el odio gratuito, torrente de palabras descontroladas que buscan el punto débil, lo atraviesan y aciertan donde más duele, porque es allí y sólo allí hacia donde se dirigen. Se encierra en el baño y sigo escuchando sus palabras tras la puerta, más bien son insultos a voz en grito, y no aguanto más, no lo soporto, tan sólo quiero que se calle y así se lo pido, también yo a gritos, también mi cara enrojecida y mis palabras acompañadas de saliva que se escapa violenta entre los dientes. Pero Sasha no calla y entonces yo, el saltimbanqui, el mono de feria, me tiro al suelo y me arrastro, ayudado de mis poderosos brazos, hasta la cómoda y de allí saco el revólver que guardo entre la ropa interior, introduzco las balas, lo lanzo a la cama, me arrastro de nuevo y me aúpo, me siento a los pies que yo no tengo, amartillo y descargo contra la puerta todas las balas mientras le grito que se calle y detenga sus dardos, que se calle de una vez, que se calle para siempre.

...a mí, ese guerrero despiadado y ciego, sanguinario ejecutor de espada de doble filo, esa dama furiosa de ojos inyectados en sangre que sólo piensa en humillar o herir o aniquilar para que toda palabra se silencie y todo acto cese].

Propuesta de conflicto, Hotel Kafka.


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