[Exploto y soy llamativa pero no existo por mí misma, soy tan sólo
una consecuencia, las glándulas suprarrenales bombeando adrenalina y
cortisol a mansalva que se incorporan a la sangre y viajan a los
músculos, al cerebro, a todas partes, tomando el control del cuerpo
y los pensamientos que se ciegan, que se anulan y se reducen a uno
solo...
Aparto la vista del libro y puedo ver a mi hijo, recién cumplidos
los seis años, jugando al fútbol contra dos chicos mucho mayores
que él. Le chulean, le torean, se ríen y marcan un gol tras otro,
despreocupados, disfrutando de su ridículo e infantil abuso. El
calor es asfixiante y el sol me da de lleno en la cabeza.
Me levanto y anuncio que me incorporo al partido. Le pido la pelota a
mi chico y chuleo, toreo y río, y cada vez que tengo ocasión chuto
con todas mis fuerzas y marco gol. Puedo ver las caras de los niños
teñidas de rencor, noto cómo se sienten víctimas, se saben
atropellados, y mi corazón late desbocado por el esfuerzo, no paro
hasta darle la vuelta al marcador y machacarlos. Son capaces de
quejarse, de relatar que se sienten abusados, un padre aplastándolos,
pero yo no los veo a ellos sino a su naturaleza, instalada en todos
nosotros desde pequeños. Les recuerdo que hace tan sólo unos
minutos ellos hacían lo mismo contra mi hijo, niño noble y sereno,
y agachan la cabeza y tragan, impotentes y rabiosos, sin
querer comprender.
...que
soy yo, activada por palabras y actos descontrolados y las más de
las veces abusivos, cuyo origen es a su vez el de otros pensamientos,
otros sentimientos, quizá otros complejos o creencias, instalados
entre la masa de neuronas y sus dendritas, ese órgano tan alabado
que es el cerebro...
Justo antes de comenzar la clase decidí que había llegado el día
en el que iba a dejarme vencer por la Señora Díaz, una
anciana poco dotada para el ajedrez pero que se había empeñado en
aprender, a estas alturas de la vida. Tras varios meses de paciente
enseñanza pensé que era el momento de
darle una pequeña alegría. Abandoné mi flanco
izquierdo, me dejé comer dos peones y un alfil y pasé por alto
varias ocasiones de acabar con sus caballos, o de comerle la reina.
Al principio disfruté de la alegría y el desenfado de sus
comentarios, pero poco a poco su tono se fue volviendo algo hiriente,
o más bien en seguida, pasó a lucir una sonrisa ladeada y en exceso
confiada, sus ojos brillantes y decididos, definitivamente
rejuvenecida, lo cual dio paso, al verme acorralado, a poner en duda
mi profesionalidad y a jactarse de estar venciéndome con excesiva
facilidad. Eres un inútil, profirió la vieja, y herví
por dentro, golpeé la mesa con la palma abierta,
apreté los dientes y no la miré más.
La di jaque mate en tres movimientos, cogí su
rey y lo estampé contra la pared. Me levanté
de la mesa sin mediar palabra, mientras escuchaba sus
insultos e improperios e imaginé cómo crujiría
su cuerpo al chocar violentamente contra el muro.
...pero que la mayor parte del tiempo es una máquina sin control que
funciona por acción-reacción y que no mide ni criba ni discierne,
permite que los pensamientos surjan, que las emociones, de origen tan
oscuro y primario, gobiernen, y que se emitan las palabras y los
actos que me activan…
Perdí mis dos piernas de crío, amputadas justo por
debajo de la rodilla. El dolor físico no fue nada comparado con el
calvario mental que hube de atravesar. Lo superé gracias a mis
zancos de titanio y al atletismo, el hombre lisiado más rápido del
mundo. Domé mis complejos y mis miedos y conseguí
dinero, fama y mujeres. Algo impensable que no estaba escrito para
alguien como yo. Hoy es San Valentín y tengo que soportar los gritos
de Sasha, una niñata consentida que juega a ser modelo
y que, ahora lo sé porque me lo ha dicho a gritos, sale conmigo tan
sólo por mi fama. Soy su trampolín, sí, quién lo iba a
imaginar, yo precisamente un trampolín, un puto
lisiado ha dicho, que se mueve en la cama como un saltimbanqui y al
que no se le empina, un engreído que no sabe valerse por sí
mismo, me grita, un mierda, mientras coge mis piernas de titanio y
las lanza al pasillo, desnuda, transformada su cara por el odio
gratuito, torrente de palabras descontroladas que buscan el
punto débil, lo atraviesan y aciertan donde más duele, porque es
allí y sólo allí hacia donde se dirigen. Se encierra
en el baño y sigo escuchando sus palabras tras la puerta, más bien
son insultos a voz en grito, y no aguanto más, no lo soporto, tan
sólo quiero que se calle y así se lo pido, también yo a gritos,
también mi cara enrojecida y mis palabras acompañadas de saliva que
se escapa violenta entre los dientes. Pero Sasha no
calla y entonces yo, el saltimbanqui, el mono de feria, me tiro al
suelo y me arrastro, ayudado de mis poderosos brazos, hasta la cómoda
y de allí saco el revólver que guardo entre la ropa interior,
introduzco las balas, lo lanzo a la cama, me arrastro de nuevo y me
aúpo, me siento a los pies que yo no tengo, amartillo y descargo
contra la puerta todas las balas mientras le grito que
se calle y detenga sus dardos, que se calle de una vez, que se calle
para siempre.
...a
mí, ese guerrero despiadado y ciego, sanguinario ejecutor de espada
de doble filo, esa dama furiosa de ojos inyectados en sangre que sólo
piensa en humillar o herir o aniquilar para que toda palabra se
silencie y todo acto cese].
Propuesta
de conflicto, Hotel Kafka.
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