lunes, 27 de julio de 2015

Estado evolutivo del ser humano, por capas.


Capa 1

Pensamientos y emociones simples basadas en el binomio agrado-desagrado.

Capa 2

Diversas sustancias, medicamentos y drogas circulantes por el organismo que pretenden reequilibrar el binomio dolor-placer físico y mental.

Capa 3

Cremas, geles y cirugías que aspiran a remodelar la superficie corporal.

Capa 4

Telas y complementos a los que se supone que se ha mudado la personalidad del sujeto.

Capa 5

Tecnologías de comunicación y audiovisuales destinadas a bloquear el cortex cerebral y anular la capacidad comunicativa compleja del individuo.

Capa 6

Espacios habitables y medios de transporte destinados a acumular la riqueza del ser humano y poder ser mostrada a sus congéneres como objetos palpables.

Capa 7

Acumulación de experiencias sensoriales fotografiables, desechables, superfluas, olvidables y rápidamente sustituibles por otras nuevas de igual calibre.

Capa 8

Barniz de opiniones y emociones estandarizadas que facilitan las relaciones con los demás clones.

Nos encontramos ante un simio trabajador-consumidor plenamente utilizable durante toda su efímera existencia. Debido al abandono de las capacidades del pensamiento abstracto y las emociones complejas, se observa por primera vez en la historia de la humanidad una disminución del cortex cerebral, capa exterior que se ha convertido, de súbito, en inservible.

martes, 21 de julio de 2015

Chaturanga

    


 Abrió el libro al azar, con los ojos cerrados, y posó su dedo índice sobre un párrafo cualquiera, como el Dr. Garrigan en El último rey de Escocia lo posa sobre un país  del globo terráqueo:

    "Caminamos por el sendero de la vida seguros de ver el suelo que pisamos, y lo que vendrá. Pero ese camino se recorre siempre en compañía. Nos aferramos a algunos seres y salimos corriendo, todos juntos, en un salto al vacío. Luego vienen las dificultades. Unos se van, otros caen, algunos no son lo que parecían, y nosotros tampoco. Hicimos planes perfectos, a toda prisa, y al resultar imperfectos, puede que nuestros acompañantes no quieran cumplirlos, o tengan sus propios nuevos planes...Pero a veces, muy pocas, podemos ser tan afortunados de contar con una persona que es sólida y pura como un diamante y sencilla, honesta, como un gran árbol. Puede ser un dios, o una idea, o mejor aún, un ser humano. Si cuentas con alguien así a tu lado, estás de suerte. Incluso, si alguien así se va, poco a poco, formando en tu interior, eres el ser más afortunado de la tierra".
Solomon LaBlanca


    Cerró el libro y miró de nuevo la portada: Chaturanga. Los orígenes del ajedrez. ¿Qué sentido tenía aquel párrafo en un libro sobre ajedrez? Volvió frente al ordenador y perdió la partida que estaba jugando en internet. No podía sacarse esas palabras de la cabeza. Se instalaron en sus entrañas, como un virus, y esa noche no pudo dormir.
    Con las primeras luces del amanecer, tomó el libro de nuevo, que reposaba latente en su mesilla de noche, y leyó en el claroscuro de los rayos de sol que se colaban por las rendijas de la persiana.

     "El tono de voz se encuentra compuesto por el que adopta el orador y por el que le interesa escuchar al oyente. El tono de escritura se compone en su mayor parte del que le interesa leer al lector. ¿De qué esta compuesto el tono en el ajedrez?Probablemente, de atávicos vocablos pertenecientes a lenguas ancestrales, del murmullo del Ganges y de los ecos de la Ruta de la Seda, del silencio de los desiertos y de las trastiendas de los zocos, sonidos de emociones grabados en los genes legados por nuestros antepasados, el tono de un viaje de milenios a través del tiempo hacia los orígenes de la inteligencia humana, plasmada en un juego de guerra llamado Chaturanga, que emerge, enriquecido y rebosante de pasiones, en los ojos de dos contrincantes modernos". 



Solomon LaBlanca.


     Cerró el grueso tomo y su mente vagó por las imágenes que el párrafo le evocó. Nunca pensó que el simple juego al que se había entregado con pasión durante los últimos años proporcionara tanto placer a su imaginación, sin ni siquiera jugar. Una ventana, una luz, despertó en su conciencia. La posibilidad de que en el tablero de ajedrez residieran la historia, los pensamientos y las emociones de todo el género humano. Se animó a leer otro párrafo al azar:



    "Resulta gratamente sorprendente cuando a los pusilánimes, poseídos y cegados por sus instintos más egoístas y putrefactos, se les desbaratan sus planes y no les queda más remedio que esforzarse, arrastrarse por los despojos de su propio ser y retratarse, dejar expuesta, sin tapujos, toda la pestilencia de su despreciable persona, sus miserias, mostrar a todos la basura de su verdadera identidad, escondida durante años, y que se destapa al oler cuatro perras que han decidido robarnos a todos. Enfrentarte cada mañana a tu imagen en el espejo y ser consciente de lo barata que es tu alma, y saberlo desde muy joven. Te quedan tantos años para tenerte asco, y para haber despertado una silenciosa alarma en tus allegados, en los que detectarás, para siempre, una sombra, mezcla de desprecio y cautela, en el fondo de sus ojos. Y saber que, de aquí en adelante, no eres NA..... DI.. .E......."




    Sorprendido por el texto, sin referencia alguna al juego, buscó el título del capítulo: El mundillo del ajedrez: amigos, enemigos y traidores. Le daba la impresión de que nuestro amigo Solomon había sufrido, cuando escribió este párrafo tan teñido de opinión y sentimiento, algún tipo de desengaño o puñalada trapera. Y esa extraña manera de escribir la palabra Nadie, como si contuviera algún mensaje, algún recado privado. Por primera vez comenzó a preguntarse quién era Solomon LaBlanca...Intrigado por las fuertes emociones de Solomon, plasmadas en un libro técnico en principio, continuó leyendo:




    "¿Por cuánto venderías tu humanidad?¿Cuánto(poco) dinero hace falta que huelas para convertirte en un despojo humano sin memoria ni empatía?¿Cuánto(poco) dinero hace falta para convertirte en alguien de quien te avergüences?¿Cuánto(poco) cuestan tus cacareados valores?¿Cuánto(poco) dinero hace falta para que no te importe el sufrimiento ajeno?¿Cuánto - siempre es poco- dinero hace falta para que los cercanos que te apoyan mientras tratas de apisonar a otro te desprecien y teman en secreto?¿Cuánto de tu idealizado ego tirarás a la basura a cambio de comodidad?¿Cuánto tarda la pequeña tribu que te rodea en despreciar a un líder cuando es capaz de tratar de matar a un amigo/familiar a cambio de comodidad o viles metales?...........¿Cuándo abandonará CADA ser humano el miedo y el egoísmo, nacidos de las ancestrales catacumbas de sus instintos básicos animales, y será capaz de abrazar la serenidad, la empatía, el cariño, la memoria, la confianza y el bien común?"




    La traición de un ser próximo, a cambio de dinero, parecía evidente. También transmitía la sensación de que Solomon había tratado a esa persona con especial atención, y que la traición resultaba doblemente dolorosa, aunque se estaba superando de forma rápida con altas dosis de desprecio. Cansado de tantos sentimientos negativos, abandonó el capítulo y abrió el tomo por uno titulado Personalidades y personajes del ajedrez:
    "Aquella noche se acordó del tío de su amigo, que creía tener el culo de cristal. Y decidió que, a partir de aquel momento, todo el mundo tendría la cabeza de cristal. Empezó a ser capaz de ver las ideas de la gente (o eso creía él) y fue el comienzo de su fin. Cuando más sufría era cuando veía su propia cabeza en un espejo. Tenía serias dificultades para distinguir a una persona de un vaso. Una tarde de otoño vertió una jarra de agua sobre la cabeza de su sobrino. Decía que ser capaz de ver las ideas de los demás le producía un enorme sufrimiento. La mayor parte de las veces no porque entreviera maldad, sino porque tan sólo traslucían estupidez o vacío. Sentía fuertes vértigos y, cuando se juntaba en una habitación con varias personas, aseguraba asomarse al abismo del mundo. Falleció en un manicomio, una mañana que salió a pasear, entre montañas. Le encontraron rodeado de cristales, roto su viejo culo de cristal. Fue uno de los mejores jugadores de ajedrez de la historia, aunque jamás disputó un sólo torneo, ya que se negaba a sentarse".
    Empezó a tener dudas de la capacidad de Solomon de atenerse estrictamente a los hechos, pero la verdad es que se rió mucho con la historia. Y eso le hizo preguntarse si alguien sobre la faz de la tierra poseía en verdad la mencionada capacidad. Y que, puestos a no tenerla, qué mejor forma de utilizar dicha carencia que para inventar o magnificar historias para asombro y deleite de lectores o escuchantes.¿Era el ajedrez, como podría parecer en un examen superficial, un juego frío y cerebral, o se encontraba, al igual que cualquier actividad humana, teñido por las pequeñas miserias, emociones y sentimientos desbocados de las personas que lo practican?Buscó otro capítulo: Ajedrez y comunicación no verbal, y comenzó a leer otro párrafo al azar:
"Debido a la evolución de la comunicación personal y social durante los últimos quince años, considero al silencio como uno de los mayores momentos comunicativos del ser humano. El silencio nos permite escucharnos, entablar un diálogo interior con nosotros mismos, aunque sospecho que hay mucha gente que lo evita a toda costa. El silencio, en compañía de un buen amigo, un hijo o la pareja, se convierte en la actualidad en el momento álgido de la comunicación. Se produce entre dos personas cuya comunicación es tan intensa que el diálogo, para bien o para mal, es capaz de entablarse sin una sola palabra. Cuando dos seres humanos son capaces de compartir el silencio han alcanzado, con toda probabilidad, un flujo de comunicación no verbal, emocional e intelectual, que supera cualquier palabra. No hay nada que decir porque su conversación es atemporal y por tanto, eterna. Por eso siempre me ha sorprendido la opinión que vilipendia el silencio en un matrimonio, que lo tacha de fracaso. Ya quisieran muchas parejas cuya conversación vital se basa en dar vueltas y vueltas sobre lo cotidiano, en rencillas estiradas con tal de no callar, en parloteo insustancial martilleante, alcanzar la paz y la comunión de almas del silencio compartido.
No tenemos más que observar a dos contrincantes durante una larga partida de ajedrez, sentados uno frente al otro, sumidos en un profundo silencio.¿Alguien se atrevería a decir que no existe comunicación entre ellos? El flujo de emociones e ideas entre ambos resulta emocionante y poderoso y, por tanto, ensordecedor".


    Solomon le pareció un amante del silencio y de la comunicación con uno mismo, un hombre que ansía la reflexión serena, el flujo tranquilo del río de los pensamientos, o incluso su extinción, frente a este mundo salvaje, con prisas, y por tanto, en continua y encadenada comisión de errores, dominado por los defectos más perentorios de la naturaleza humana: la codicia, el egoísmo y la egolatría, este último el sumun, el desaforado culto al yo con el que este sistema nos manipula para convertirnos en simios trabajadores-consumidores, inseguros y miedosos, y por tanto, agresivos cuando no conseguimos al momento el plátano al que nos han hecho creer que tenemos derecho o necesitamos desaforadamente. Le gustó que el libro le provocara estas reflexiones, que le parecían muy necesarias para afrontar el mundo de hoy y aprender poco a poco a labrar su propio camino. Continuó leyendo otro texto del mismo capítulo:
    "Y se dio cuenta, con espanto, de que nuestro desarrollo intelectual, en tanto individuos pertenecientes a una sociedad, había sucumbido. Habíamos renunciado a él, a lo único que nos distingue en verdad de los animales. Seres dedicados a trabajar o no, a consumir objetos, imágenes e ideas, gentes resignadas con gusto a ser un trozo de carne a través del cual fluye el dinero, reducidas a un saco de emociones adolescentes fácilmente agitables, obsesionadas con una idea implantada, como en Origen, la del culto al ego, obviando el hecho innegable de la existencia de 7000 millones de seres humanos vivos, inmersos todos en la absurda creencia de que su efímera vida es excepcional y muy fotografiable. Vidas dedicadas a poco más que ha obtener sustento, satisfacer necesidades básicas con mayor o menor sofisticación, y a evitar el dolor y obtener placer. Tan parecidas a la existencia de un león o una rata.Gran parte de la población nunca lee, y la que lo hace, consume, con suerte, literatura relacionada con su profesión. El resto, parece conformarse con lectura ligera, de entretenimiento. Novela, a ser posible policíaca, romántica o histórica. El ser humano moderno ha abandonado el deseo de adquirir conocimiento por sus propios medios y se conforma, displicente, con echar una ojeada al dominical del periódico mientras se toma una caña, o a pasar el dedito gordo sobre la pantalla del móvil a gran velocidad para leer titulares y ver fotos sobre cualquier tema de actualidad. En qué cuneta de la modernidad quedó enterrado nuestro ansia de saber, de conocer, de reflexionar, sobre Ciencias, Historia, Arte o Literatura, cuando en teoría disponemos de un acceso a la información casi ilimitado, cual monje erudito en la biblioteca de El Nombre de la Rosa. Nuestra entrega total al hedonismo y a lo cotidiano recuerda a los momentos previos a la caída de un gran imperio. Ciudadanos sin perspectiva para ver los negros nubarrones que ya se ciernen sobre sus simples y reemplazables existencias, responsables de su propia ruina, al abandonar la obligación - y el placer - de cultivarse a sí mismos y a sus hijos, de continuar desarrollando su corteza cerebral, repleta de ideas, imaginación y emociones positivas. La obligación digo, de evitar convertirse en esos zombis a los que tanto gusta mirar durante horas en la televisión.Y ahora, siéntate y juega una partida con un buen contrincante. Después de leer esto, juegas con negras, con jaque mental, y casi seguro que vas a perder.¿Qué harás después? ".
   Le pareció que Solomon sufría en cierto modo por sus congéneres, de los que transmitía que eran manipulados y a los que también adjudicaba responsabilidad en sus problemas, quizá por mera desidia, simple abandono, pereza, vagancia. Advirtió una dicotomía entre cómo la sociedad crea ególatras con la inteligencia emocional de un adolescente cuyo fin es vivir evitando el sufrimiento, anestesiados y aislados como zombis, pero a su vez con el alma empapada en miedo e inseguridad. Casi había olvidado el ajedrez...Saltó al capítulo Análisis del adversario y continuó leyendo:



    "El ser humano hiperurbano no tiene relación con la naturaleza ni con el medio rural y sus habitantes, y si alguna vez contacta, lo hace parapetado tras multitud de barreras y prejuicios. Vive enmarañado en un tejido mental y social de altísima densidad producida por otros seres iguales. Su ansia por la sofisticación le lleva a complejizar hasta el acto o palabra más simples, creando una barrera insalvable entre su ser y una vida sencilla y pacífica. Pierde por completo la naturalidad y la frescura y se vuelve altamente propenso al cinismo, al recelo y a la crítica devastadora. Es fácil reconocerle jugando al ajedrez. Bloquea todo el frente con sus peones mientras merodea con el caballo y la torre en la retaguardia. Alarga hasta el extremo cada turno y no para de hablar y comentar nuestro comportamiento y posición corporal mientras tratamos en vano de pensar por encima de sus palabras. Cada pequeño detalle significa algo y la estética del tablero y las piezas le resultan fundamentales. Es fácil vencerlo con movimientos básicos y tácticas simples. No recomendamos largas series de partidas con estos individuos porque corremos el riesgo de resultar contaminados. Bien es cierto que, por otro lado, muy pocos dominan el noble arte del ajedrez, aún cuando muchos de ellos ostenten bellos y llamativos tableros en sus casas".
¿Quién era Solomon LaBlanca?De la lectura de este párrafo se podía deducir que vivía en el campo o que, si residía en la ciudad, no la tenía en alta estima o al menos era muy consciente de sus defectos y del tipo de seres humanos que produce en ocasiones. Prosiguió su trompicada lectura:
"Hace unos años, durante la incipiente aparición de las redes sociales, emergió una curiosa costumbre que continúa en boga en nuestros días. La atrevida propensión a hacer gala pública de nuestros defectos, incluso convertirlos en nuestra bandera, amenazando a amigos o parejas con la aceptación de los mismos como una obligación para conseguir un misterioso tesoro de virtudes que tan sólo el individuo amenazante posee, todo ello en letras grandes, con colorines y dibujos alegóricos. En el juego del ajedrez, únicamente dos tipos de jugadores mantienen dicha actitud: el que se sabe perdido y utiliza sus defectos para acelerar el final de la partida, y el que, en un exceso de confianza y soberbia, se cree notablemente superior al otro jugador, mostrándose defectuoso en el juego, en una suerte de dejadez estratégica que puede acabar muy mal. El gran jugador de ajedrez, y me atrevo a desearlo también para los jugadores del amor y la amistad, muestra el mayor respeto por su compañero de juego cuando se esfuerza por pulir sus defectos y ofrecer en cada partida lo mejor de sí, con humildad, alegría y mucho mucho cariño".
    Respeto, humildad, cariño...le parecieron valores de los que hacía mucho tiempo que no oía hablar. Quizá la última vez fuera en la infancia, cuando existe un fuerte deseo por parte de los adultos de educar, de dejar en herencia lo mejor de sí mismos y de evitar transmitir las miserias y maldades que fluctúan en el ambiente adulto. Junto a este libro de ajedrez, juego que le apasionaba, su tío Alberto, ahora también llamado Tenzin en el monasterio budista en el que residía, le regaló otro titulado Siendo nadie, yendo a ninguna parte, escrito por una monja budista, ya fallecida, llamada Ayya Khema. Su tío le adoraba y el profundo cariño era mutuo. Sintió que quería atraerlo, a través de su afición, a una crítica consciente del mundo y ofrecerle algún tipo de solución o asidero, alguna referencia moral y espiritual, con las que afrontar la existencia. Le ofrecía una pequeña puerta en forma de libro hacia la serenidad y felicidad que su propio tío irradiaba. Así que subió las persianas para que la luz del sol inundara la habitación y abrió las ventanas de par en par, dejando pasar el aire limpio y frío de una luminosa mañana de invierno. Tomó el libro de Ayya Khema y comenzó a leer sentado en el suelo, junto a la ventana, sintiendo el tibio calor del sol en su piel. Esta vez comenzó por la primera página, por la primera palabra, y ya nunca se detuvo.



domingo, 5 de julio de 2015

Abismo

    En un instante, toda su racional, ordenada y cómoda vida desfiló ante sus ojos. Todos sus cálculos, sus planes de futuro, sus miedos y sus amores perdieron sentido. Sus odios y sus miserias se le antojaron ridículos y su gusto por perder el tiempo se le clavó en el corazón.
    Sus dedos resbalaron del asidero de roca. Despacio, sin nada que poder hacer para evitarlo. Notó todo el peso de su cuerpo inclinarse poco a poco hacia atrás. Dentro de sus botas, los dedos de los pies se le encogieron, tratando de aferrarse a la nada. En un fugaz instante se imaginó cayendo y reventándose contra las rocas cuando Bruno le sujetó fuerte de la muñeca. Sintió un súbito alivio mientras su corazón aún galopaba desbocado. Una ligera sonrisa se dibujó en su cara y levantó la cabeza con lentitud mientras un "gracias amigo" emergía desgarrado desde lo más hondo de su vientre. Sus ojos se encontraron con los de Bruno, que le miraban desafiantes, con un brillo metálico de invisible puñal. Vio su frente arrugada y el entrecejo contraído, mientras una triunfal y maligna sonrisa sin dientes se dibujaba en su rostro. Entonces, le soltó. Mientras caía a plomo de espaldas al abismo, su último pensamiento fue para Carla, su mujer, a la que cortejó cuando aún era la novia de Bruno, y el amor de su vida.