Abrió la puerta de su dormitorio temblando, bañado en sudor y con los ojos saltándosele de las órbitas.
- Papá, ¿estás bien?
- No hija. He soñado con ventanas abiertas al asfalto rojo y con coches que se saltan los semáforos.
Moja su mejilla con la humedad de sus ojos, arrodillado, mientras la abraza.
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