domingo, 19 de febrero de 2017

Margaret y su robot

   Margaret adora las conversaciones correctas, en las cuales todo va bien. Unos saludos afectuosos, un sincero interés por el otro, todo bañado en un tono de buen humor. Suficientemente formal para no caer en demasiadas intimidades y suficientemente honesto y natural para caer bien. Todo el mundo es así en el norte de Inglaterra y resulta que ese comportamiento encaja a la perfección en el ambiente burgués de Londres en el que se mueve. También ellos van a misa los domingos y se preocupan por el medio ambiente. Tampoco a ellos les interesa la política, la economía ni el cambio social; ese comportamiento resultaría vulgar, de gente mundana, poco elevada... ¡lo material! Se sienten plenamente satisfechos donando algunas libras cada año a alguna organización que lucha contra la pobreza en África, allí lejos.
Sus hijos son buenos estudiantes y sonríen muy a menudo. Son ordenados, educados y limpios. Nunca están ni demasiado alegres ni demasiado tristes.
Margaret se casó con un diseñador gráfico llamado Robert. De él le atrajo su energía inagotable, su vitalidad, su enardecido deseo de mejorar el mundo y su confianza en que se podía hacer cualquier cosa con un esfuerzo de cada persona. Se casó con él y tuvieron tres hijos. A Robert le iba bien en su trabajo y ella pudo quedarse en casa a cuidar de sus retoños. Pero Robert, encendido por su juventud y sus ilusiones, se embarcó en multitud de proyectos, deseoso además de proporcionar a su querida familia una vida cómoda y alejada de los peligros que acechan a la mayoría de las personas. Era un hombre inteligente, cultivado y crítico. También era una persona creativa, rebosante de ideas y emociones y todo ello, como no, le pasó factura. La verdad es que con el paso del tiempo aquella personalidad se convirtió en un severo incordio para Margaret y decidió separarse. Demasiada humanidad, demasiada vida real para ella.
Por supuesto que Robert ha debido hacerse cargo del bienestar material de su familia, como había venido haciendo siempre, y Margaret ha sabido agradecérselo como corresponde: con un educadísimo y sincero Thank you very much.
Ahora Margaret vive mucho más tranquila, que para ella es lo más importante. Robert continúa aportando lo que tiene que aportar pero ya no la molesta con tantas ideas y sentimientos, con tanto cambio. Para que todo termine de ir como un reloj, ha acudido a una Roboshop y se ha dejado aconsejar por un dependiente dinámico y jovial, sí, pero de esos que tiene la deferencia de no salir nunca de detrás del mostrador. Cuánto se lo agradece. Gracias a él ha hecho una magnífica adquisición. La va a pagar con la asignación de Robert, por supuesto, al fin y al cabo el bienestar de los niños pasa indefectiblemente por el suyo propio. Y el bienestar de sus hijos y por tanto, su tranquilidad, son lo primero, lo único que importa. Se lo han traído a casa, lo han programado con todas las especificaciones que Margaret les ha dado y se lo han dejado encendido y funcionando. Es un maravilloso ejemplar de Eros VI9, el marido perfecto que triunfa en tantos hogares occidentales. Ella le ha elegido guapo aunque no demasiado, y vestido con corrección. Además le han introducido una orden para que nunca desee cambiar ni el más mínimo detalle de su aspecto. Por supuesto, la ropa que lleva se autolimpia y no come jamás. Tan solo hay que enchufarle de vez en cuando a la corriente eléctrica, gracias a su bajo consumo. Ella ha dado instrucciones expresas para que no sea inteligente. No desea que tenga ninguna idea propia. Ninguna en absoluto. Además, su programa emocional ha sido anulado y sustituido por chips de buena educación y empatía, con pequeños trucos para que suenen absolutamente sinceras y humanas. Para que Margaret no note la diferencia. Como no siente ni piensa, posee la enorme ventaja de que nunca da ningún problema y jamás hay que prestarle atención ni escucharle de verdad. Gracias a ello, además, nunca, nunca, nunca, cambia, ni desea cambiar ni mejorar nada. Carece por completo de espíritu crítico: cualquier información que recibe le parece verdadera por naturaleza, creíble y correcta. Tiene bloqueada la capacidad de poner en duda cualquier idea o comportamiento y perturbar de ese modo infame la serenidad de su dueña. Todo lo que Margaret dice, que es más bien poco y falto de contenido, le parece bien. Cuando Eros VI9 detecta a un hijo de Margaret, entra en modo Father. Es cariñoso y les educa. Aprende lo que les gusta, lo que les emociona, y así puede generar sucedáneos de sentimientos para que les parezca que intiman y hacerles creer que les quiere. Está programado para hacer lo mismo con Margaret. Ella solicitó además un programa especial de control de la paciencia. Nunca la pierde, como sí les pasa a los imperfectos humanos, un defecto que a Margaret le desagrada sobremanera de su raza. Siempre ha pensado que no es de recibo ir por ahí perdiendo la paciencia tan solo porque a la gente le rebosen los problemas y las tensiones.
VI9 jamás deja de prestar atención a las necesidades y deseos de Margaret a causa del teléfono móvil, el ordenador, un libro, la música o el fútbol en la tele. Lleva todo incorporado en su interior y, al contrario que un hombre real, es capaz de hacer varias cosas a la vez. Nunca suda, ni eructa ni se tira pedos. Simplemente no puede. Es extremadamente educado: good morning, good evening, good night and sweet dreams. Hello, goodbye, thanks, please. Sorry, excuse me y todo lo que se pueda imaginar. Jamás sacrificará los buenos modales por resultar natural u ocurrente. Margaret ha llegado a detestar la improvisación y el ingenio. Siempre terminan prendiendo fuego a algo. Las buenas formas son sin embargo predecibles y seguras, lo cual es fuente de tranquilidad y sosiego.
Su pelo sintético jamás se caerá y sus abdominales de goma rocosa siempre estarán ahí. Conoce todas las obras de arte creadas por los humanos y puede imitar sensibilidad hacia ellas de forma que generen ternura y admiración en Margaret. Se muestra como un entregado amante de los animales y las plantas, gracias a la información que le proporcionan los canales de televisión de jardinería y mascotas. Él se ocupa de regar las plantas y de hablarlas con dulzura, siempre en presencia de Margaret, con el fin de generar en ella bellos sentimientos. Saca a pasear al perro tres veces al día, le alimenta y le lleva al veterinario, sufragado generosamente por Robert, y jamás se enfada o se queja si el pobre animalito se caga en medio del salón o le muerde un brazo. Él no siente dolor y los malos olores no le generan ninguna aversión.
Eros lleva incorporado además un programa de sexualidad y romanticismo, con el cual es capaz de interpretar, por medio de un sofisticado análisis de su tono de voz, sus gestos faciales y su lenguaje corporal, lo que Margaret desea en cada momento.  Que sea cariñoso con ella o que la deje en paz. Que se comporte como un amante salvaje o como un romántico melancólico. Sabe cuándo debe empezar él y cuando debe dejar que lo haga ella. Es capaz de imitar a la perfección miles de escenas de películas románticas, incluidas las comedias, y está preparado para reconducir los diálogos frente a la extraña eventualidad de que a Margaret le de por improvisar.
Eros VI9 nunca está cansado, nunca agotado; jamás distraído pensando en sus cosas, ya que no las tiene. Se conserva eternamente joven y jovial. Nada le molesta, no hay nada que le preocupe o le enfade. No tiene amigos que estorben, ya que está programado para no saber qué es la amistad, aunque eso sí, todo el mundo le quiere. Posee un programa de comportamiento social basado única y exclusivamente en el buenísmo, elaborado gracias a las aportaciones de los únicos hombres que continúan casados, la mayoría de ellos afeminados y dóciles como perrito fiel. Por medio de él es capaz de no entrar en conflicto jamás con nadie, una actitud, por otro lado, tan asquerosamente humana. Él siempre le da la razón a todo el mundo aunque para ello deba mentir constantemente. Eros VI9 es muy hacendoso y un perfecto caballero. Soluciona todas las tareas de la casa mientras Margaret y los niños están fuera. Está programado para no imaginar nada en absoluto, lo cual compensa con una terabítica memoria repleta de cuentos, canciones y chistes, todos provenientes de la imaginación de los humanos, pero libres de los inconvenientes de comportamiento de su proceso creativo. Ya se sabe que las personas con imaginación, los artistas, son gente complicada y nada recomendable como compañía.
Aunque no necesita hacer deporte, acompaña a Margaret al gimnasio. También se sienta a meditar con ella, y hace como que aprende de sus consejos espirituales. Eros VI9 no tiene espíritu ni sabe lo que es, quizá en esto se parezca a muchos humanos. Tampoco puede meditar, ya que entre otras cosas carece de mente y del concepto de yo, pero se sienta en posición de loto sobre su cojín y copia todos los gestos de Margaret. Lo debe hacer muy bien porque a ella se la ve muy ilusionada. Gracias a su programa de buenismo, se deshace en elogios para con la familia de Margaret. Siempre está allí para lo que puedan necesitar: antidepresivos, alcohol, un chófer... Lo que sea. Eros VI9 presenta la enorme ventaja de carecer de su propia familia. Margaret se ha librado del engorroso trance permanente de que la gente haya nacido de otro ser humano y continúen vivos y molestando. Eso sí, con la finalidad de compartir confidencias y bellos sentimientos ficticios, Eros VI9 disfruta de una detallada memoria sobre una infancia feliz rodeado de maravillosos padres, hermanos, tíos y primos, crecidos en armonía en un entorno idílico. Sus anécdotas graciosas y emocionantes recuerdos no tienen parangón en el mundo humano. Todos fallecieron juntos cuando viajaban en un autobús mientras él estaba en un campamento, detalle no menor del programa que le permite ser consolado cuando detecta que Margaret necesita sentirse humana un ratito con alguien, además de eliminar el mencionado problema de una insufrible familia real.
En definitiva, Margaret ha encontrado en Eros VI9 al hombre de su vida. Todo va como un reloj, jamás le da ningún problema, el guión se cumple a la perfección. Las noches de domingo tarda cinco minutos más en dormirse recordando el olor de Robert, pero se le pasa pronto. Comprará su colonia y le ordenará a Eros VI9 que se la ponga. Está pensando seriamente en solicitar un programa que copie su tono de voz. Por primera vez en su vida vive tranquila y feliz. Todo va bien.

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