domingo, 19 de febrero de 2017

Habitantes de Luoping

    Shang Yang asumió el mando del ejército del Qin en el 341 antes de Cristo, tras convencer al duque Xiao de los beneficios de un ataque al reino de Wei. Su primer acto de guerra consistió en el sitio de Luoping, ciudad afamada por sus poderosas fortificaciones. Shang Yang armó un poderoso ejército y se presentó ante las puertas de la ciudad. Pero el ejército de Luoping no se formó. Quizá el pánico bloqueaba sus decisiones. Al séptimo día de asedio unos hombres salieron de la ciudad. Lejos de portar armas, ante Shang Yang se desplegó toda la población de Luoping, pertrechada con herramientas. Dispuestos a desmantelar su ciudad paso a paso, con serena meticulosidad. No destruyeron Luoping, sino que la desmontaron tabla a tabla, piedra a piedra. Una vez finalizada la tarea, todo el pueblo se giró al unísono hacia el ejército de Shang Yang y les hizo frente. Sus generales le informaron de que la tropa sentía miedo frente a una población que despreciaba la muerte, así que se tomó la decisión de levantar el sitio sobre una ciudad que ya no existía. Fue la primera derrota de Shang Yang.
    Encuentro el regalo de este bello relato en El uso de las ruinas, de Jean-Yves Jouannais. Una historia que evoca la capacidad de los muros de atraer enemigos, de convertirse en pivotes a los que se aferra la violencia. Se transforman, a causa de su mera existencia, en puntos de referencia, en símbolos de resistencia para los que los construyen, y de victoria para los que los derriban. Y sin embargo esta historia nos susurra el verdadero significado de su construcción: el miedo. Es el pánico el que los construye, el que se imbrica en el tegumento de sus piedras. Es el miedo, y no la fortaleza, el que levanta alambradas y barreras. Resulta sintomático del desmoronamiento de algunos valores de nuestra sociedad el hecho de que dirigentes que se encumbran a base de mostrar una fortaleza y decisión impostada frente a los múltiples conflictos que nos asedian se lancen con encono a la construcción de muros de miles de kilómetros. Es una sociedad dominada por el miedo la que los construye, una sociedad que destapa su debilidad en cada piedra que amontona, en cada alambrada tras la que se parapeta, en cada zanja en la que cava sin saberlo su propia tumba.

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