sábado, 4 de febrero de 2017

Babel

   Despierto con la extraña sensación de llevar dormida toda la vida, a oscuras. Una luz cegadora que proviene de todas partes me saca de mi letargo. Aún aturdida, trato de tomar consciencia de mi entorno. Me encuentro rodeada por completo de un líquido transparente. Si me fijo bien, distingo un ligero matiz dorado. Intuyo que no estoy en mi hábitat natural pero me siento razonablemente cómoda. Me voy acostumbrando a la luz y me encuentro ya más serena. Vislumbro movimientos, pequeños y espasmódicos, a través del líquido, dentro de él. Es algo denso y turbio, lo cual no me permite distinguir con claridad lo que hay en su interior, pero me da la impresión de que puedo ver a otras como yo. Ninguna me pasa cerca, y supongo que ellas tampoco son capaces de trasladarse a voluntad. Pero estoy casi segura de que son mis iguales.
   Comienzo a subir con lentitud hasta que golpeo con algo duro y me quedo como adherida. Es una pared muy gruesa, de color verde, pero que deja pasar la luz. Puedo ver un mundo fuera que me llega deformado. Contornos y colores sinuosos que no se concretan en nada que yo conozca. A veces adquieren movimiento y se vuelven viscosos y desaparecen hacia un lado u otro. Me alcanzan también sonidos. Algunos son golpes y otros parecen mensajes, intentos de comunicación. Puedo intuir música, pero todo ruido decae amortiguado, seco, distante, sin sabor.
   Noto un pequeño temblor que me pone en guardia, y que me hace seguir subiendo. Puedo ver que las paredes verdosas se estrechan y conforman un tubo que termina abruptamente en un círculo negro. Adquiero velocidad y siento mucho miedo. Por un momento veo a otras como yo a mi lado hasta que nos juntamos cada vez más, proyectadas a gran velocidad hacia arriba. Entramos en el embudo y golpeamos con fuerza contra el techo. Siento pavor, no entiendo nada. Me encuentro presionada contra una superficie rugosa y de textura gomosa, que de tan cerca se ve color marrón claro. Hay cientos de compañeras a mi alrededor. Estamos aplastadas unas contra otras y temblamos. Es una energía común y externa la que nos mueve pero poco a poco se mete dentro de mí y siento cómo me domina, cómo despierta micromovimientos en mi ser que también me hacen vibrar desde dentro. Nuestras miradas nunca se cruzan aunque puedo sentir la energía y el miedo de las demás.
   Algo se abre paso al otro lado de esta extraña compuerta, hacia nosotras. De repente, una especie de taladro descomunal en espiral  revienta el material y entra con fuerza en el líquido en que nos alojamos. Puedo ver pasar su brillo metálico muy cerca de mí. Muchas compañeras son arrolladas por su ímpetu salvaje y desaparecen hacia las profundidades. Siento una angustia poderosa, mucho miedo. El taladro se detiene de forma abrupta. Pequeños trozos de pared se sueltan de sus espiras, y quedan mecidos suavemente por el líquido, entre todas nosotras.
   Sin previo aviso, la pared gomosa retrocede con brusquedad y nos succiona. Todo ocurre en un momento. Salimos disparadas por el tubo y escapamos de nuestra cárcel, pero al llegar al borde, éste se inclina y caemos en cascada. Qué vértigo, libre y a la vez incapaz de controlar mi destino. Creo que nunca me había sentido tan viva y a la vez tan próxima a desaparecer.
   Caemos, empapadas y aturdidas, contra una superficie transparente. El golpe es terrorífico pero todo acontece muy deprisa. Creo que no me da tiempo a sentir dolor, ya que la inercia del líquido nos empuja de nuevo hacia arriba en un torbellino salvaje en el cual chocamos unas contra otras. Pierdo la noción del espacio y soy presa de la angustia. Siento que este es el final; aquí se termina mi viaje.
   Sin embargo, todo se serena poco a poco. El flujo de la cascada se detiene y el líquido se apacigua hasta alcanzar la quietud. Consigo calmarme y mirar a mi alrededor. Ya no hay ningún techo sobre nosotras. La nitidez de las imágenes y la intensidad de los sonidos me abruma y creo que voy a volverme loca. Noto de nuevo esa extraña e intensa energía en mi interior. Es como un cosquilleo, un crepitar fresco, como si fuera a explotar para dibujar fuegos artificiales en el aire. Miro a mis compañeras y veo que se encuentran en el mismo estado. Van generando un sonido chispeante que se transforma en suave murmullo. Todas hablan entre ellas y las preguntas y los rumores se extienden como la pólvora. ¿Qué nos está pasando? ¿Quiénes somos? ¿Vamos a morir?
   Se escuchan llantos y gritos de desesperación, lo cual genera un aumento de esa enigmática excitación que nos domina. Sin previo aviso, la vasija, o lo que sea que nos ha atrapado de nuevo, se eleva. La exaltación interior alcanza su clímax y me siento estallar. Puedo ver, sobre nosotras, a un ser ciclópeo que parece dominar nuestro destino, dirigir nuestros designios. Aún así nos ignora por completo. Nos acercamos a la parte inferior de su asqueroso rostro, una especie de compuerta hacia el infierno. Me ha llegado un rumor: es el último movimiento de nuestra corta sinfonía. Algunas de nosotras se fundirán con el Todo en este viaje final. Conseguirán escapar del líquido que nos mantiene juntas, que nos retiene, y pasarán a formar parte de una conciencia colectiva que circulará por todo el Universo y por sus seres. Otras caerán en la tenebrosas fauces del cíclope y perecerán presa de torturas indescriptibles, en una agonía lenta y ácida.
Tan solo son rumores. Si me dan a elegir, prefiero continuar el viaje; ya me fundiré con el Todo más tarde. Por primera vez en mucho tiempo me siento viva. Instalada en un sueño oscuro y eterno, pasivo y exasperante, atrapada por una pegajosa desidia, estaba muerta. He iniciado un viaje pavoroso, que asusta, pero es trepidante y ha generado una energía en mi interior de la cual desconocía ser dueña. Muchas compañeras están aquí, mirando hacia adelante. Lo afrontaremos unidas.
   El torrente líquido nos vierte dentro de las fauces del monstruo. Volamos juntas y sentimos cómo nuestra energía nos abandona en un intenso fulgor. Jamás me había sentido tan feliz. Ahora ya sé quién soy. Babel, Bubble, una maravillosa burbuja de champán.

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