martes, 20 de agosto de 2013

Purita Pasión y el misterio del niño que lloraba sin lágrimas

    Tras décadas observando las miserias del ser humano,  incluidas las mías,  sostengo la opinión,  que se acrecenta cuando me encuentro rodeado de mucha gente, de que el ser humano sólo es un animal que ha caído en la desgracia de tener consciencia de su yo, de una manera incompleta, por supuesto, y en base a ello es capaz de sostener las más peregrinas ideas y llevar a cabo complejas acciones con el único fin de cubrir sus necesidades básicas,  a saber, alimento, descanso y reproducción,  aderezado con las máximas dosis de placer. Como cualquier otro animal salvaje. Todo lo demás es cuento, adorno, floritura. Se me podrán mencionar los grandes logros de la humanidad, pero yo no conozco a las personas que los realizaron, y en el fondo no hacen más que tomar tortuosos caminos para llegar a los mismos fines que la gran masa humana informe que pulula por este planeta entre el nacimiento y la muerte, como una hormiguita más. A esa masa, por desgracia, la conozco demasiado bien. Y podría pensarse que este modo de ver la vida lleva indefectiblemente a la depresión, y por un tiempo, en mi caso, así fue. Pero pasado el primer golpe, estas ideas me han llevado a una especie de manso fluir por el río de la vida. "Be water my friend", dijo Bruce Lee, aunque estoy seguro de que ambos llegamos a la misma conclusión por caminos bien distintos. Esta es la razón principal por la que trabajo para Purita Pasión. A pesar de lo que pueda hacer pensar un nombre impostado, Purita Pasión es la única persona que conozco que es consciente de ser sólo un animalito más,  y vive la vida de cara, sin máscaras ni circunloquios de ninguna clase. Nadie en la ciudad conoce su verdadero nombre, pero también diré que a ninguno nos interesa descubrirlo. Su nombre es perfecto, la define sin ambajes, en su totalidad, de golpe. Descubrir que se llama Pepa ó María sería una fatalidad. Yo poseo un nombre vulgar, y adoro los nombres compuestos. Mis preferidos son Luisfer y Juanfran, pero no son apropiados para un detective. Así que cuando comencé a trabajar en esta agencia me hice llamar Wilfred Johnson, cuya fonética, güilfred yonson, camufla a la perfección a Luisfer Juanfran. Esto es una absoluta estupidez, pero es que yo soy feliz con estas chorradas. Así que este nombre americano que me he dado acompaña a la perfección nuestra actividad y pienso yo que le da un toque de glamour a la agencia, por más que a alguno se le escape una sonrisita al contarles que nací en un pueblo de Soria. Podría dedicar una vida a hablar de Purita Pasión. Es una mujer arrolladora, en un sentido literal. Su personalidad y su presencia física se imponen en todas las circunstancias. De hecho, ella es la fundadora de una corriente de pensamiento, no, más bien de un modo de ser y afrontar la vida: el Salvajismo. Ser salvaje es ser total en todo lo que uno hace, pero también en lo que deja de hacer ó en lo que los demás hacen en relación a tí. Si Purita duerme, lo hace durante catorce horas, y ni siquiera una bomba atómica sería capaz de despertarla. Pero si no duerme, no lo hace nadie. Si estás agotado ó somnoliento,  no te da ni un minuto de tregua, hablando sin parar, tirando de tu brazo para hacer algo ó proponiendo mil actividades. Porque Purita Pasión tiene millones de ideas, todas a la vez, y es capaz de hablar durante horas en un monólogo abrumador que exige que la escuches como si fuera lo único importante en el universo. Si se te ocurre hacer algún comentario,  te dirá que no la dejas hablar...¡Que no la dejas hablar! Se enfada de forma radical, como un miura enloquecido. Creo que están pensando en ponerle su nombre a un huracán. Pero cuando te sonríe y te besa en la mejilla, y te habla con cariño, puede ser la mujer más dulce que existe. Ni se te ocurra decirla que coma algo, cuando está metida en algo alimentarse no va con ella, pero sin venir a cuento puede devorar una bolsa de patatas en un santiamén,  o beberse un vaso de leche de un solo trago, y andar por ahí hablando con la gente con un bigotito blanco bajo la nariz. Ella no habla, grita, a cada momento, y puede llegar a hacerte daño físico en los tímpanos. Adora a su familia y amigos por encima de todos y es el ser más maravilloso de la tierra. Lo dicho, podría hablar sobre Purita Pasión una eternidad.
    Pensaba en todas estas cosas tras haber recibido un nuevo encargo por teléfono, sentado en mi oficina, mientras Purita afrontaba su enésima entrevista para la televisión en su despacho. Una mujer de paso por la ciudad requería nuestros servicios de forma urgente y nos pidió que nos acercaramos a su hotel. Purita Pasión terminó la entrevista y me escuchó intrigada, deseando afrontar un nuevo caso a la mañana siguiente. "¿Está sola con su hijito, dices? Me encanta trabajar para las mujeres. Pero ahora vas a bajar a traer algo de cena Wilfred, tráeme unas patatas fritas y un cartón de leche, y un helado...ah, y un paquete de chicles, no tengo mucha hambre. Tú pedirás tu hamburguesa grasienta con patatas, ¿no?". Cualquiera le lleva la contraria. Bajé a la calle y compré todo lo que me había pedido, sin saber muy bien si compraba la hamburguesa porque me apetecía ó porque me lo había ordenado ella. Cuando volví, nos sentamos frente a la tele de la oficina y vimos la entrevista que le habían hecho hacía un rato en las noticias de las nueve. Purita mojó las patatas en la leche, chupó una vez el helado y lo dejó derritiéndose sobre la mesa y masticó un chicle por la eternidad. Mientras, en pantalla, la cámara hacía un travelling hacia una mujer deslumbrante con la melena agitada por el viento (encendieron un ventilador cochambroso que encontraron en la oficina), mientras una banda sonora arrolladora precedía la voz del locutor. "Purita Pasión,  la mujer del momento". La entrevista y el reportaje versaba sobre la apasionante vida de mi jefa y su estilazo, remarco, estilazo, afrontando el día a día, sus peligros y los misterios por resolver. "No por nada promuevo el Salvajismo - decía Purita en un momento de la entrevista -. No estamos en el mundo para andarnos con zarandajas ni remilgos, sino para vivir intensamente cada segundo, pese a quien pese". Me impactaba oirla decir eso en la tele, porque yo podía dar fe de que no era una pose, nuestra vida era un torbellino arrollador sin descanso. A veces recordaba el título de la película,  y me decía que la nuestra se titula "No habrá paz para los empleados"...de Purita Pasión. 
    A la mañana siguiente acudimos a la cita con la forastera, en su hotel. La encontramos en una tumbona sobre el césped,  junto a una piscina circular para niños,  en la que chapoteaba un precioso bebé con manguitos. Se levantó y nos apartó un poco, diciendo que no quería que el niño nos viera. Era una bella mujer de unos treinta y cinco años que dijo llamarse Ruth. Poseía una expresión y una forma de hablar dulces y serenos, las antípodas de mi jefa, que comenzó a impacientarse nada más ver el estilo de la posible clienta, y a cortarla cuando hablaba y a increparla para que fuera al grano. La conclusión fue que el niño de Ruth, Daniel, lloraba sin lágrimas, y ella no lo podía soportar. No aceptaba emocionalmente dicho comportamiento, y sabía que un psicólogo no iba a ser capaz de dar solución a tan extraño fenómeno. Las glándulas lacrimales funcionaban porque expelían unas gotitas cuando el bebé bostezaba, pero llorar, lo que es llorar, lo hacía en dique seco. Así que había decidido contratar a la mejor, Purita Pasión,  no le importaba el dinero. Purita aceptaba todos los casos, incluso antes de saber de qué se trataba, como un maquinista con los ojos vendados conduciendo un tren sin frenos hacia una vía que muere en un desfiladero. No se hable más, dijo, y no se preocupe, esta tarde volveremos preparados y resolveremos su problema. Le brillaban los ojos de pura ilusión mientras el niño chapoteaba con un cochecito de juguete en las cálidas aguas menores de decenas de bebés.
    Volvimos por la tarde. Purita me hizo sentarme en una tumbona y parapetarme tras Los detectives salvajes, de Bolaño, su libro preferido, aunque sólo por el título. Jamás lo había leído. Ella no lee nada que no lleve ilustraciones. Se quitó la ropa y me sorprendió con un bañador de cuerpo entero de ¡Hello Kitty!, rosa chicle, con volandas en la cintura. Se acercó al bebé y se metió en la piscina de meados como si tal cosa. Se puso a jugar con Daniel toda la tarde. Comprobamos que era un bebé adorable, tranquilo, emanaba serenidad, transmitía paz, su piel dorada por el sol, su sonrisa, sus palabritas y juegos, absolutamente encantador. Comía y dormía de maravilla y jamás hacía pucheros, no podía ser esa la causa de la sequedad de su llanto, unos continuos y desmesurados pucheros, tan habituales en niños mimados de esta edad. Comprobamos que en las contadas ocasiones que lloraba, efectivamente lo hacía sin lágrimas. Hasta su llanto deshidratado era suave, sereno, se acurrucaba con gesto tranquilo en los brazos de su madre, por un resbalón ó un golpecito. Purita Pasión se entregó en cuerpo y alma al caso, como hacía siempre, con una feroz determinación por desentrañar el misterio, atenta a cada gesto, a cada palabra, del chiquitín, infiltrada en su vida, de incógnito,  con su bañador Kitty rosa chicle, durante varios días. Cuando me acercaba a la página seiscientos de la novela, y sobre el caso planeaba la sombra del fracaso por primera vez en la dilatada carrera de Purita Pasión,  la intrépida fundadora del Salvajismo, ocurrió algo. En la mente de mi jefa sonó clic, se encendió la bombilla, lo vio todo claro. Se levantó de los cinco dedos de agua turbia que la cubrían de golpe, salió de la piscina y caminó hacia nosotros dando pasitos. Su carita estaba limpita, con el pelo mojado hacia atrás,  y nos sonrió. "He solucionado el misterio, Ruth, ahí, empapada en pis. Su hijo llora sin lágrimas porque probablemente sea el bebé más feliz de la tierra y hasta cuando llora es incapaz de sentir tristeza. Llora sin lágrimas de pura felicidad, total y absoluta. Es también un Salvajista, pero a su manera". Ruth se quedó embobada, incrédula al principio, pero después, poco a poco, una sonrisa iluminó su rostro y ella sí, comenzó a llorar de pura felicidad. Evidentemente no era una Salvajista. Purita Pasión me cerró el libro en las narices, haciendo que el marcapáginas se callera, no sabéis lo que me fastidia eso, y comenzó a tirar de mí decidida hacia la salida del hotel.
   Fue en ese preciso momento cuando escuchamos una voz femenina, casi igual a la de Ruth, que decía: "¡Alicia, se acabó el juego, a merendaaar! Y deja a tu padre tranquilo,  que le tienes de acá para allá toda la tarde, no le dejas ni leer un ratito en paz...¡Ven para acá!". Y ahí volví a ser Víctor Gómez Tulio, un nombre vulgar, de un vulgar oculista de la Siberia, provincia de Badajoz. Por la noche, en la oscuridad, metido en la cama, pensé que estaba harto de la realidad, producida por dos o tres agencias de noticias, esa realidad de armas químicas que luego no existen, de crisis que no existen pero luego arrasan nuestro mundo, de religiosos pederastas, de corruptos que no pisan la cárcel, esa realidad obtusa e inventada, que nos apretuja y nos hace sentir cucarachas, como Kafka, y pensaba en los miles de buenas noticias que deben producir los millones de seres humanos que pueblan la tierra, cada día,  y que nadie nos cuenta, y que son más reales que las que nos cuentan, y desde luego, más verdaderas y alegres. Deseé que existiera un periódico ó una cadena de televisión,  ó una radio, que se dedicará a dar buenas noticias, reales ó inventadas, como las que nos cuentan ahora. Así que decidí que a la mañana siguiente, si Purita Pasión quería, volvería a ser Wilfred Johnson, y sería su fiel escudero afrontando otro curioso misterio por resolver, hipnotizado y feliz, radical, entregado por completo al Salvajismo.

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