sábado, 3 de agosto de 2013

La sala de espera

Yo soy yo y mi circunstancia
José Ortega y Gasset

    Un día más,  Pedro resiste. Abre los ojos pero es incapaz de ver. Sus párpados están tan inflamados que le cubren por completo las púpilas. Nota un bulto en el lado izquierdo de la cabeza. Se palpa con la mano y ahí está; un gran edema en la zona del cráneo que ha apoyado en la almohada esta noche. Camina a tientas, en la penumbra,  hasta el baño. Se lava la cara con agua helada y consigue vislumbrarse en el espejo. El reflejo le devuelve las formas de un monstruo. Todavía es joven y guapo y verse así cada mañana le produce taquicardia. Tabletea el corazón en su pecho y retumba en sus oídos. Respira profundo y despacio tratando de controlar sus emociones. "Se te va a pasar, se te va a pasar, tranquilo". Y también piensa en su tensión alta, su infarto y su by-pass. Llevaba un año saliendo a correr todas las mañanas pero en este estado le resulta imposible. Trabaja en una ong que apoya a mujeres maltratadas; a ellas no las fallará.Tiene que conseguir serenarse y empezar a asumirlo. Nota una punzada intensa en la boca que le recuerda su cita con el dentista dentro de una hora. Tienen que extraerle un diente fracturado que le está amargando la vida. "No pienso ir. Me atiborro a calmantes ó lo que sea, pero yo con este aspecto no aparezco por allí. Ahora mismo llamo y me invento cualquier cosa". Unas terribles ganas de fumar le invaden pero consigue controlarse y se mete en la ducha. Siente el agua en la cara y nota como se relajan los músculos. Mientras se seca con la toalla, se encuentra algo mejor. Puede ver con claridad y el bulto de la cabeza ha disminuido. Piensa que a esas horas no se va a cruzar con nadie en la sala de espera del dentista. Siente un dolor terrible en la mandíbula que le sube hasta la cabeza y decide ir. No se afeita ni se peina, no tiene ganas. Se pone lo primero que encuentra: una camiseta vieja y usada, pantalones cortos con bolsillos y unas sandalias de playa. Total, la clínica está a veinte metros, nadie le verá. Piensa volver corriendo y meterse de nuevo en la cama hasta la hora de ir al trabajo, por la tarde. Baja a la calle con un humor de perros.


   Un día más, Susana resiste. No ha dormido en toda la noche, dando vueltas en la cama, centrifugando horribles pensamientos, rumiando miedos. No puede casi dormir desde hace semanas. La han echado del trabajo y se ve incapaz de pagar sus deudas. Ocho años en la empresa dándolo todo, mientras la hija del jefe pasa los días arreglándose las uñas y hablando por teléfono, frente a ella. Su padre, al que adora, está ingresado por culpa de un tumor que le devora el cerebro, incapaz ya de conocer a nadie. Ella pasa todo su tiempo libre junto a él, lavándolo, alimentándolo, leyéndole los periódicos deportivos, hablando y sonriendo, acariciándolo...Se levanta de la cama y abre la persiana, dejando que la luz la ciegue. Cierra los ojos y camina tambaleante hasta el baño. Frente al espejo, se siente un monstruo. Tiene los ojos hundidos y la piel reseca. El pelo se le cae a mechones. Últimamente no oye bien debido al estrés. Le duele todo el cuerpo de puro agotamiento. Un intenso dolor en la cara la recuerda su cita con el dentista. "Ahora mismo llamo y anulo la cita, no tengo fuerzas para ir". Se mete en la ducha. El agua fría se lleva algunas nubes de su mente y reconforta sus músculos. Mientras se seca piensa que nada va a poder con ella. Irá. Después de peinarse, ponerse crema y maquillarse se siente algo mejor. Se pone un vestido negro y levemente ajustado que termina justo por encima de la rodilla y unas sandalias con tacón de esparto. Por último se pinta las uñas de manos y pies de rojo intenso, igual que los labios. Sigue siendo una mujer guapa y atractiva pero ella no lo sabe, sólo quiere sentirse un poco mejor. Baja a la calle con un humor de perros.


    Pedro entra en la sala y, para su sorpresa, encuentra a una mujer sentada. Le da los buenos días sin mirarla y se escurre arrugado hasta una silla. Coge una revista cualquiera con mano temblorosa y trata de taparse la cara lo que puede, sin que resulte llamativo. Mira a la mujer a hurtadillas, por encima del filo del papel. "Joder, pensaba que no habría nadie tan temprano. Qué vergüenza, estoy hecho un asco. Menos mal que al menos me he duchado. Aunque he olvidado el desodorante. Me encuentro fatal. Qué dolor. Y la mirada que me ha echado esta al entrar. Qué ojos de desprecio, la muy estirada. Ni siquiera me ha devuelto el saludo. Y vaya cara de amargada. Pues es muy guapa, pero con esa careta y esos modos pierde todo el atractivo. Se creerá que no noto cómo me mira. Mira cómo levanta la barbilla, la muy engreída. Seguro que es de esas que no ha dado palo en su vida y lo consigue todo por su cara bonita. La típica niñata egoista que sólo piensa en sí misma. No se por qué citan a dos personas a la misma hora. A ver si me llaman ya y pierdo a esta de vista."

  Susana ojea una revista cuando un hombre entra en la sala. Murmura algo que ella es incapaz de oir. " Qué maleducado, eso no es un saludo". Observa cómo se tambalea hasta la silla y coge una revista con temblor de manos. Ve sus ojos inchados y el bulto en la cabeza. Y también su ropa vieja y sucia." Menudo impresentable. Este viene todavía borracho. Y echo un cerdo, claro. Se nota que no ha dormido en toda la noche. Irá drogado también,  con esos temblores. Tiene que apestar el muy cerdo. Y me devora con la mirada a hurtadillas. Además un salido, me mira como si fuera un trozo de carne, el muy machista.  El típico despojo humano que no da ni palo. Y esa mirada agresiva, casi asesina. No me extrañaría nada que pegara a su mujer, si es que la tiene. Qué asco. Estoy deseando que me llamen y perder a este tío de vista."

- Buenos días, Pedro. Pasa al gabinete de enfrente, con el doctor. Hola, Susana. Pasa al otro gabinete con el dr. Sánchez-Salado. Enseguida os atienden a los dos.

   Susana y Pedro coincidirán en una fiesta de cumpleaños de un amigo común, dentro de tres semanas. Les sentarán juntos en la mesa durante la cena.




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