miércoles, 21 de agosto de 2013

Los detectives salvajes de Bolaño

    La novela entró en mi vida como un objeto inerte, una más de las cosas que conforman el paisaje de un nuevo hogar. Mi mujer la trajo entre sus pertenencias y la colocó entre los demás libros, en la estantería. Un grueso libro de un autor para mí desconocido por aquel entonces. Ni siquiera ella la ha leído. Años reposando ignorada entre autores que adoro. Después leí a Vila-Matas y fue él quien me presentó a Bolaño, en diversas menciones en libros, ensayos y reseñas. Y repasando mi biblioteca descubrí que allí estaban, los detectives salvajes, Premio Herralde, editorial Anagrama. Su título me sedujo y a la vez me amedrentó, ante la amenaza de enfrentarme a una novela policiaca del montón. Pero este verano decidí pasar las vacaciones con mi familia y con Bolaño,  así que eché el libro en la maleta junto al mastodóntico 2666. En la arena de la playa, junto a la piscina ó en la cama, he devorado las más de 600 páginas de los detectives con mayor avidez que muchos libros de autores consagrados infinitamente menores en cuanto a número de páginas. Y es que el tamaño de la obra asusta en un principio,  hasta que te sumerges en su prosa sencilla que no simple, de maestro que ha vuelto a lo llano para alumbrar una gran obra. El poeta García Madero escribe un diario del año 1975, fecha en la que entró a formar parte del grupo de los real visceralistas, liderado por Ulises Lima y Arturo Belano, alter ego de Bolaño. Narra su despertar a la vida, el amor, el sexo y la literatura, envuelto en personajes desdibujados y en cierto modo melancólicos, incluso locos, como Quim Font y sus hijas, ó Piel Divina, entre otros. Navegamos por el DF envueltos en vidas insignificantes, acompañados de poetas que no escriben, de poetas que trafican para subsistir en la nada de sus vidas, agarrados a una corriente literaria hueca, cuyo único fin es dar sentido a la vacuidad. Recorremos la vida de jóvenes desamparados en un Méjico que les ignora, en un mundo que les apea de todo, y en el cual buscan desesperadamente construir, inventar una identidad simplemente para seguir adelante, para respirar al día siguiente, para tener algo de que hablar. Ulises Lima y Belano personifican el vacío que avanza, no sabemos bien qué aspecto tienen, ni qué piensan ó sienten, quienes son, pero sostienen la narración como sólidos fantasmas entorno a los que giran vidas también vacías pero que adquieren sentido gracias a ellos.
    La segunda parte del libro presenta una estructura original, con testimonios de más de cincuenta personajes que pincelan la existencia vácua y errante de Ulises y Belano a lo largo de veinte años. Dan la sensación de ser espectadores de su propia vida, la cual no tiene entidad en sí misma, la construyen otros con sus opiniones y sentimientos. Ellos viven en silencio, a veces parecen muñecos de trapo en manos de la nada, pasivos lectores de su propia existencia. Uno de los personajes les pone en la pista de Cesárea Tinajero, precursora y fundadora del real visceralismo en los años veinte.
La tercera parte de la novela continúa el diario de García Madero, relatando su huida junto a Ulises, Belano y Lupe, una prostitua perseguida por su chulo, al desierto de Sonora en el Impala de Quim Font, en busca de la desaparecida Cesárea Tinajero. Huyen también de sí mismos, se buscan y a la vez huyen, se construyen y se desmoronan. Investigan el paradero de la autora de un único poema gráfico sin palabras, autores poetas de los que no leemos ningún poema. Encuentran por fin a una mujer transformada, sin duda empeorada, que un día decidió dejar de ser y que resulta irreconocible y distante, a la que llevarán la muerte física cuando ya la otra muerte alcanzó hace décadas, encerrada en un cuartucho de un barrio marginal, escribiendo montañas de libretas negras. Nos queda un regusto a vacío,  a existencia desesperada por escapar de la nada, inventando un algo que es absolutamente nada. Y nos hace plantearnos el sentido de la existencia y si realmente lo tiene. A veces se percibe la imposición del destino a la voluntad humana, que se abandona a la fatalidad, sin opinión ni sentimiento, seres sin energía propia, incapaces de tomar las riendas de su propia vida, lo cual sería un banal esfuerzo, una lucha sin sentido frente a lo inevitable.
    Hoy he leído duras críticas de este libro que no comprendo de donde emergen. Estamos sin duda ante una obra maestra que retrata la orfandad del alma humana, pero no por ello deja una huella triste, sino un cálido deseo de vivir sin ambajes, investigando lo insignificante,  salvajes.

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