domingo, 24 de mayo de 2020

Las cadenas de la interdependencia



La subjetividad humana es inevitable pero su exceso resulta insoportable, ofende a la inteligencia y es fuente de graves problemas para la Humanidad en general y para cada persona en particular.
 En política el exceso de subjetividad es la norma y lejos de avergonzar a su propietario, se muestra con orgullo, especialmente entre extremistas de toda condición. Me asombra cómo estos extremistas

ven terriblemente peligrosas y ofensivas las concentraciones y manifestaciones ajenas mientras defienden o callan sobre las propias, en un flujo de doble dirección que se retroalimenta, y cómo multitud de individuos que no ganan nada con ello defienden lo indefendible y propagan y alimentan ideas simplonas y terriblemente subjetivas, lesivas e injustas, simplemente porque provienen de lo que ellos creen que es su tribu, de la cual aceptarán con gusto que les hunda la vida porque es la única que defiende todo lo bueno, justo y noble de este ridículo Teatro del Mundo.
Que mi destino, mi vida, inevitablemente inmerso en la colectividad a la que pertenezco, dependa en gran parte de personas con tan pocas luces, tan tribales y primitivas, resulta a veces desesperante. Una sociedad que fomenta la subjetividad y las emociones por encima de la inteligencia, el método científico y el sentido común está abocada a ser dominada y manipulada sin ser muchas veces consciente de ello.
 Cada decisión que se va tomando resuelve un nudo temporal que ya no tiene vuelta atrás. Vivimos en una sociedad en la que los datos y la información que estos contienen fluyen en todas direcciones. Los gobiernos toman decisiones con ese flujo de información y son los responsables de las consecuencias de esas decisiones. Ignorar el conocimiento deliberadamente en base a criterios subjetivos y emocionales ha tenido consecuencias gravísimas en una situación como la que vivimos(28.000 muertos sólo en España, con nombres, apellidos y familia) y puede tenerlas de nuevo en el futuro.
 Estoy saturado de adultos infantilizados e inmaduros que creen que pertenecen a una tribu que tiene la razón, y de personas que repiten mantras de optimismo ñoño sin base ninguna—cada vez que leo que de esta vamos a salir todos juntos no salgo de mi asombro, simplemente contradice los hechos, luego no es verdad—. Es ridículo y dañino pero es un fenómeno individual y colectivo que, lejos de detenerse, se propaga como una plaga. Todos somos un poco estúpidos, eso es inevitable, pero la estupidez extrema —que no sólo se encuentra en los extremos— resulta insoportable. Se alimenta de su estupidez extrema antagónica, no tiene vacuna y es altamente contagiosa.
Las grandes tragedias del siglo XX(ej: 2 Guerras Mundiales, Yugoslavia, Ruanda), que parecemos haber olvidado, se fraguaron sobre las mismas bases. La violencia —no sólo física — y la guerra es la suma de múltiples subjetividades, manipulaciones y estupideces extremas. El que se crea libre de la amenaza de la violencia y la guerra vive tan engañado como el que se creía libre de la amenaza de una pandemia. Víctima de la subjetividad, las emociones y la estupidez.

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