lunes, 11 de febrero de 2019

Muda

  "Brenda comprendió que todos los problemas eran en el fondo el mismo: El caballo salvaje. Ese al que se permitía cocear a su antojo; o al que se intentaba sujetar con riendas, o domar, o manipular, excitar. Castigar. Amedrentar. O complacer. 

Sin éxito. 

 Brenda decidió no hacer nada de eso. Simplemente, se dio la vuelta y se marchó. Abandonó al caballo. Redujo su comunicación corporal y facial a la mínima expresión. Dejó de coger el teléfono, de escribir mensajes. Desenchufó los cables --axón adherido a la pared, sinapsis de imágen y sonido-- que descargan contra nuestros cerebros. Y renunció a la condena de tener que hablar. Las bellas canciones existen aunque nadie las esté cantando. Se transformó en un ser humano. Se escuchaba respirar. Miraba la luz --velocidad de los fotones-- y jugaba con las moléculas del agua entre sus dedos. Saboreaba los sonidos que emanan del silencio. Le quitó el reloj al tiempo. Tamborileaba los objetos del mundo con las uñas de una mano y miraba a cada persona con la que se cruzaba con la barbilla apoyada en la otra, como lo hace el cocinero cuando observa, complacido, burbujear el agua hirviendo en la que ha sumergido a la langosta. El hilo de sus pensamientos discurría suave, delicado, como lo hace el murmullo del riachuelo en el bosque cuando no hay nadie allí para escucharlo". 

Muda 
Valeria Song


No hay comentarios:

Publicar un comentario