A
Jimena y Darío
“Crear
un personaje es reconstruir la biografía de alguien que todavía no
existe”
Andrés
Neuman
El
equilibrista
DÓnde están mi pasión
y tu serenidad, querida hermana. Mi pasión anida toda en ti y en mí
tu serenidad, bien lo sabemos los dos. Porque es cierto que soy un
hombre sereno, como tú dices, y satisfecho, ya sé que a veces hasta
te molesta. Hablo poco y escucho, voy a lo mío, que es sano,
predecible y pausado. Tú tienes toda mi pasión y está bien que así
sea. Siempre me has hecho reír y has inventado la vida para mí.
Nunca me has cuidado, no se trata de eso, de proteger al hermano
pequeño, sino que más bien me has regalado intensidad, sobresaltos,
algarabía. Porque contigo nadie se aburre. Tu mente es brillante, tu
imaginación poderosa, tu carácter rotundo. Tu mirada se ilumina
siempre que te aparece en la cabeza una nueva ocurrencia. Has tirado
de mí hacia tus casas encantadas hechas con cojines o me has
convertido en el cliente de tus hoteles de ensueño. Me has escondido
bajo las mantas y me has pedido el silencio que ya te había dado, o
tras una cortina blanca y traslúcida que no oculta sino que más
bien atrae al que busca para que tú escapes. Siempre has tirado de
mi camiseta, ordenándome a gritos, y si alguna vez me he quejado, ha
sido con la boca pequeña; después, me he dejado hacer.
REconozco en ti el
fuego que otros no ven, porque no a cualquiera lo ofreces. Mujer
laboriosa, trabajadora y esforzada, metódica sin exceso, algo
desordenada por contra. Sabes ser seria, hasta te gusta, así
mantienes a raya a los indeseables. Recuerdo cuando nuestro padre te
enseñó a no apartarte en las aceras, a mantener la espalda recta y
la mirada firme y confiada, sabedor de que un carácter fuerte sigue
siendo el mejor arma que una mujer ha de poseer para afrontar el
mundo. También sé que temes al Mal y eres prudente a causa de ello.
MI papel en tu vida de
fuego siempre ha sido el de atemperarte y ser ejemplo de serenidad
con mi mera presencia. Creo que a veces me consideras un simple pero
a mí me da igual, yo te quiero tal como eres, incluso cuando me
llamas tonto o me zarandeas. Porque sé que sencillamente eres así y
se te pasará. Tan sólo es otro arranque de pasión. Porque sí, tu
pasión es tu luz y tu condena. Tu energía arrolladora, tu ilusión
determinada y sin control son tu faro y tus esposas. No existe ya
nadie como tú, querida hermana, y por eso brillas y atraes a hombres
y mujeres por igual, a causa de esa mirada luminosa y creativa y esa
manera de utilizar el lenguaje que a todos contagia de tus sueños.
FÁcil es seguirte,
inevitable diría yo, pero menos lo es permanecer a tu lado. Naciste
en un mundo de polillas atraídas por la luz, que pronto mueren por
su llama. La gente hoy en día no es como yo, hermana – cocinado
por ti a fuego lento –, ni tampoco han sido moldeados desde
pequeños. Las personas son de mentira, de usar y tirar, todo lo que
dicen, o hacen, sienten o piensan, dura muy poco. Ahora todos son
personajes, son de cartón, nacidos en la abundancia y la
complacencia. Ya nadie acompaña en viajes y sueños que conlleven
esfuerzo y rechinar de dientes, sino que se dejan llevar mientras
alguien pilote el timón durante la tormenta.
SOLa te sientes
entonces, porque yo sé que tú ansías compañeros de viaje, no
deseas ni te conformas ni te apañas con seguidores ni dueños, sino
que anhelas compartir la vida junto a gente apasionada. Crees que
necesitan una ayuda para encender su fuego, y piensas que cuando la
llama prenda, vendrán a tu lado y serán a su vez tu calor, tu
sueño, tu escudo y tu lanza. No sabes que en el corazón humano
anidan la pasividad y la desidia y que ya ningún sueño arde si no
lo prenden y avivan otros.
LA
verdad de ti está en tus manos. Tus dos manos hermosas que
han guiado mi vida durante estos cuarenta años. Las regordetas de la
niñez, inconclusas en la pubertad, estilizadas en la madurez. Esas
manos y esos dedos que buscan tocar el mundo y transformarlo, siempre
ocupadas, que son el instrumento hábil de tu inteligencia y de tu
imaginación. Esas manos que demuestran su cariño y su amor no con
caricias y abrazos, nada dada eres a ellos, sino curando a los
enfermos o creando la risa y la ilusión y la sorpresa con tus
trucos de magia – desaparece la moneda, la carta, el anillo, el
ego, y de pronto está en la oreja que cuelga de la sorpresa y el
desconcierto, o de tu ilusión que es la suya –, o acariciando las
teclas de un piano mientras alumbras un escalofrío de placer en la
espalda del que escucha. Esas manos que son fuertes y femeninas al
mismo tiempo, y que se acorchan sobre tu cabeza cuando sueñas
confiada y segura de ti tendida en la cama o descansas bajo el sol en la
piscina y ahorras latidos y sangre para tus momentos salvajes.
SI me das la mano yo te
sigo, y nunca me la das pero te sigo igual. Porque sé que muchas
veces te derrumbas ya que nadie es como tú y siempre te decepcionas
y te entristeces y enfadas, y entonces es también grande tu pasión
destructiva. Te apagas y se te va la vida y te hundes y me necesitas
y me buscas y me encuentras. Porque tu hermano pequeño, recuerdas,
guarda como un tesoro toda tu serenidad y la protege en una cajita
que es para ti sola, toda para ti, tu mi luz y mi fuego que me dan la
vida y yo tu sostén y tu muleta y tu paz cuando la necesitas. Yo tu
escudo y tu mi lanza. Ese contento sereno que poseo y que tanto te
enfada y que es tu guarida secreta cuando descubres de nuevo que
nadie ha puesto su mano junto a la tuya sobre el timón. Sólo a mí
no quema tu fuego y sólo a mí perdonas mi ausencia de pasión,
porque sabes que la tienes tú toda.
DOnde bailan siempre
tus manos es sobre las teclas del piano, fluye tu pasión por esos
dedos finos y alocados y penetra en el instrumento, le arranca
melodías que siempre han hablado de ti aunque las escribieran otros,
y ahí callas, sólo ahí calla tu lenguaje que ilusiona y atrae e
hipnotiza pero que no retiene, es sólo entonces cuando conectas con
el corazón de las personas que están sentadas y escuchan, cada uno
en su papel, tú activa y ellos pasivos, único momento en el que eso
no te decepciona sino que permite que mi serenidad entre en ti y yo
me destroce las manos a aplaudir, loco de pasión.