miércoles, 20 de noviembre de 2013

Arenga en prosa poética para red social

Premio Santa Apolonia de Relato Breve 2014



Candidatura al sindicato ya.
Elecciones al sindicato ya.
Convenio colectivo ya.
Lucha contra las no S.L.Profesionales ya.
Campaña publicitaria institucional nacional indefinida ya.
Lucha contra la publicidad engañosa ya.
Unión de recursos y líderes ya.
Movilización de los jóvenes ya.

Están abriendo una franquicia ahora mismo.
Están publicitando un precio bajo coste ahora mismo.
Está expandiéndose una gran empresa ahora mismo.
Se está firmando un contrato basura ahora mismo.
Hay un consejo de administración reunido tomando decisiones ahora mismo.
Hay abogados ganándonos pleitos ahora mismo.

Ya. Ahora mismo.


A las cinco de la tarde, AHORA MISMO, se está colocando un implante cutre, barato, por un dentista joven y apocopado, que cobra una miseria a través de un contrato basura y que traga con todo porque tiene miedo de que le echen. Está empalado y el miedo le impide revelarse.

A las cinco de la tarde, AHORA MISMO, un dentista que lleva un año en el paro ha aceptado un trabajo de camarero en una tasca.

A las cinco de la tarde, AHORA MISMO, un dentista ha comprado un billete de autobús de regreso a su pueblo y, resignado, mañana acudirá al campo a ayudar a su padre. Ganará más dinero que como dentista, no tendrá tanta responsabilidad y vivirá en paz.

A las cinco de la tarde, AHORA MISMO, una comercial de una franquicia está retocando el presupuesto del tratamiento que ha planificado un dentista, para que resulte el doble de caro. El dentista se dará cuenta pero agachará la cabeza porque necesita su mísero salario.

A las cinco de la tarde, AHORA MISMO, una joven dentista toma un avión con destino a París. Habla inglés a la perfección pero no le servirá de nada. La espera una amiga que en la intimidad le ha confesado que lo está pasando muy mal. La tiemblan las piernas y llora en el baño del avión mientras observa desconsolada una foto de sus padres.

A las cinco de la tarde, AHORA MISMO, un dentista de cincuenta años echa el cierre de su segunda consulta. Se endeudó cuando, ilusionado, decidió abrirla y gran parte de esa deuda continúa ahí. Se ha visto obligado a echar a las dos auxiliares. En su otra clínica también ha tenido que echar a una. Pasa los fines de semana gastando lo mínimo pero disimulando para que su mujer y sus hijas no se enteren y rezando para que esto pase rápido. Una de ellas quiere ser dentista como papá, y cuando lo dice él calla. Se la imagina trabajando en la franquicia que han abierto frente a su consulta, por cuatro perras, humillada y odíandole por no haber hecho nada frente a esto, por no haber luchado cuando aún era joven.

A las cinco de la tarde, AHORA MISMO, hay un hombre trabajando en su despacho. Viste un traje de mil euros, corbata de seda y lujosos zapatos. Gafas de diseño y corte de pelo impecable. A través de la fachada acristalada de su amplio despacho enmoquetado puede ver su deportivo, recién adquirido. Sonríe confiado mientras estira las piernas y se reclina en su sillón de cuero. Gana 200.000 al año más objetivos y bonus en acciones. Tan sólo lleva un mes en su nueva empresa. Es Director de Desarrollo y Planificación de la compañía, un sonoro y costoso fichaje en el sector directivo dental. Proviene de la más directa competencia, una franquiciadora de clínicas dentales a la que, con sus bastos conocimientos, ayudó a implantarse por todo el país. Él sabe que hay dos claves para que el negocio funcione: recorte drástico en salarios, proveedores y materiales y captación de ilusos franquiciados y posterior exprimición de los mismos. Sabe que si dentistas y franquiciados se largan hay mucha más carne de cañón, no hay problema. Y además, siempre van dóciles al matadero. Debido a todo esto que sabe le ha fichado su actual empleador: una aseguradora. Ellos también conocen cómo funciona este negocio pero quieren al mejor, al que exprime a la gente hasta el final. Al que lucha por el último 1% de margen aplastando a quien sea necesario. Pues ese mismo es él. Hoy ha cerrado la planificación de 2014 y va a ser la gran eclosión. Apertura de 30 clínicas propias al año durante los próximos tres años. Y sólo es el comienzo. Si cumple los objetivos marcados para el trienio - no le cabe duda de que lo hará - se llevará un millón extra. Antes de apagar el ordenador, entra en el foro de facebook Salvemos la Odontología. Un conocido le ha colado y le gusta terminar el día leyendo lo que escriben las hormiguitas y reírse un rato. Las carcajadas se escuchan desde el fondo del pasillo, también en la planta de abajo; incluso algunos compañeros le miran extrañados desde el parking, junto a su flamante deportivo rojo. Casi se mea en los pantalones. Esto se lo tiene que contar a alguien. Telefonea a su mejor amigo, que aún trabaja en la franquiciadora que él ayudó a levantar y quedan a tomarse unas cervezas en un pub cercano. Pasarán una de las noches más divertidas de su vida, contándose chistes de dentistas.

A las nueve de la noche, AHORA MISMO, un dentista cierra su consulta y regresa a casa. Está muy preocupado. Conduce distraído y poco le falta para tropellar a una anciana. Abrió su consulta hace veinticinco años en una ciudad dormitorio del sur de Madrid. Viéndolo con perspectiva fue fácil. Los grandes y buenos años de crecer, aprender, ir a congresos, reuniones...Con el paso de los años llegó a tener siete gabinetes y a atender a ochenta pacientes al día. Luego incorporó especialistas y él, ilusionado, comenzó a poner implantes. Qué felicidad, qué pasión. Además, cuidaba de su familia, tenía a su mujer como a una reina y sus hijas crecían felices. Aparecieron los seguros dentales. No los introdujo en su consulta y le siguió yendo bien. Ni siquiera pensaba en ellos. Después apareció Vitaldent. Abrieron una franquicia en su localidad. Le quitaron los malos pacientes, los quejicas, los que no daban valor a su trabajo pleno de dedicación, aunque un puntito de miedo anidó en su corazón. Cuando comenzaron a regresar suplicando que les arreglara los desaguisados que les habían hecho, se infló de orgullo y recuperó la confianza. El futuro continuaba siendo suyo. Por ello, cuando su hija mayor le dijo que deseaba estudiar odontología se sintió pleno de felicidad de que su primogénita siguiera sus pasos. Ella haría crecer aún más el negocio familiar y disfrutaría de la misma vida placentera y burguesa que él.
Se ríe por no llorar mientras conduce en la noche oscura, bajo la lluvia. Hoy ha atendido a cuatro pacientes. Dos revisiones, unos selladores de fisuras y una endodoncia de un segundo molar superior. Ninguna primera visita. Mañana, por primera vez en veinticinco años, la agenda está vacía. Hace un par de años se inauguró una clínica a dos pasos de la suya con grandes carteles que ofrecen implantes a 222 euros, como en el supermercado. Siente una mezcla de rabia, impotencia y miedo. Sobre todo miedo; no, más bien pavor desaforado. Pasa las noches sin dormir, tumbado en la cama junto a su esposa, en silencio, rígido por lo negro de la noche. Se ha transformado en un hombre con brotes agresivos y un estilo taciturno y derrotado. Entra en casa y procura sonreír y transmitir alegría con su tono de voz. Lo primero que hace es preguntar por su chica mayor. Está estudiando en su habitación.  Es una leona con los estudios pero un pajarillo en el mundo real. De naturaleza bondadosa y despreocupada, incapaz de hacer daño a nadie o de defenderse de nada. Trabaja mucho porque es consciente de que sus padres gastaron 50.000 euros en pagar sus estudios de odontología y otros tantos en un máster de ortodoncia que dura otros cinco años. Tuvo prohibido trabajar mientras estudió el máster por las incompatibilidades impuestas por el centro de estudios. Siente algo extraño respecto a esto aunque no sabe muy bien qué es. Cuando vio a la auxiliar de su padre cementar brackets, cambiar ligaduras y colocar alambres en la boca de los pacientes mientras a ella le temblaban las manos y tardaba el doble que ella después de cinco años de máster, supo que algo no iba bien. Sabe que su padre está arruinado y que deja pasar el día encerrado en el despacho de la consulta, solo. Así que estudia francés en secreto. Dentro de un mes finaliza sus estudios y se marchará a Francia. Siente un miedo pavoroso. No sabe nada de la vida y sabe que no sabe nada de la vida.. Alguna amiga le ha hablado de la existencia en Francia, de las fiestas, las reuniones, las risas...pero también de la soledad, la añoranza, la tristeza, las lágrimas, la rabia, la frustración. Siente tanto miedo que a veces se imagina trabajando en secreto en la franquicia que han puesto junto a la consulta de su padre. No sabe nada más que de dientes. ¿Qué hará? Se imagina viviendo con sus padres hasta los cuarenta o malviviendo en Francia, alquilada en pisos compartidos de estudiantes de por vida. Sin casa, sin hijos, sin ahorros, todo el día trabajando...
   Su padre abre la puerta del dormitorio.
- ¿Qué tal cariño?
- Muy bien papá.¿Y tú?
- Otro gran día para nuestra clínica princesa. Estoy deseando que empieces. Vas a tener la agenda a reventar.
- Sí papá, yo también estoy deseando ir.




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